El suicidio de Atzesivano, discípulo de Buda
Sin flaquear tomó el cuchillo
Atzesivano. Y era su alma
en ese instante blanquísima paloma.
Como cruza una estrella fugaz el inexplorado
tabernáculo del cielo en medio de la noche,
o cae la flor del manzano con la suave brisa,
así su espíritu se desprendió del pecho.
Muertes como ésta no se dan en vano.
Sólo quienes aman la vida
en lo recóndito de su valor primario
pueden segar por propia mano
la noble espiga de una existencia
-que ya declina- con la serena
majestad de un dios.
("cuaderno de traducciones", ed. fce, méx., 1984, trad. carmen chuaqui)
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