La muerte de un crítico
Aburridos, desagradables y agónicos,
los ancianos
el blanco de mi escarnio resultaron,
hasta que el tiempo, el recuperador, me hizo como ellos.
Antes, en Nueva York, decíamos
“Si la vida pudiese escribir,
hubiese escrito como nosotros”.
Ahora el fluido vital huye
del encendedor desechable,
y palidece su brillo
cilíndrico, translúcido, carmesí—
Oh reina de las ciudades, estrella matutina.
Arde dentro de mí la edad
El camino se aclara cada año
y cada año lo cubre la maleza;
la naturaleza es nuestra colaboradora
y nosotros, después, ya no ayudamos
A la venta
Pobre juguete avergonzado,
organizado con despilfarradora animosidad,
vivió durante solo un año:
la casita de papá en Berverly Farms
ya estaba a la venta el mismo mes en que murió.
Vacía, abierta, íntima,
su mobiliario de casa de ciudad
tenía un aire provisorio
como si esperara a los de la mudanza,
que van pisando los talones a los sepultureros.
Preparada, asustada
de vivir sola hasta los ochenta,
mamá languidecía en la ventana
como si se hubiera quedado en el tren
una estación más allá de su destino.
("material de lectura" y "no me quites paz", trad. c. monsivàis y sergio coddou)
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