El cuervo vuela...
El cuervo vuela como una navaja atravesada en la boca de quien escribe. Viene a posarse en el hombro luminoso del habla. Quien escribe segrega palabras negras, tan negras como sus alas:
—No hubo un solo día en que no estuviese enamorado de ti. En que no haya pensado, en pleno vuelo, deshacerte a picotazos. Tan solo quiero decirte, Alexandre, que llegué a comprender el lenguaje limpio de los pájaros, a leer nuestro futuro en las entrañas de las víctimas, a vencer al miedo, a las serpientes por medio de encantamientos, a evocar las sombras, a excavar la ciudad hasta sus abismos más profundos, a hacer del día noche y de la noche día...
Pero si miras el firmamento, descubrirás una ruta de estrellas. Y verás que una estrella comienza a caer. Debes, entonces, observar atentamente su recorrido y el lugar donde por fin se extinga.
En ese punto de la noche insomne encontrarás Samarcanda.
("frontera d", versión de fernando menéndez)
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