Olinalá
era lunes, ya había caído
la noche; mientras ordenaba
la ropa por color, me acordé
de ti.
había prendas que me llevé
al olfato, otras al tacto,
sí, las blancas, las de algodón,
las desgastadas.
al momento de doblar las mangas
ya no alcancé el olor a cloro,
estuvieron expuestas al viento
y al sol doce horas.
tampoco olían a ti, ni a mí,
ni a nadie; eran prendas
para guardarse en perchas
como antiguamente se guardaban
cartas, mechones, timbres
postales, dientes desprendidos,
ex libris, pliegues, hojas secas,
esquelas, retratos en cajas
de Olinalá rectangulares.
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