Esa factoría-con el anacronismo de la distancia
añejos Chevrolets en cada esquina ya
renovados gradualmente por Japón, un nombre guaraní
en la torreta de la primer embarcación color caca-
es un frágil hueso de anciana en invierno.
Casi en silencio , por el pulcro astillero,
por calles nocturnas, ásperas
de la península ventosa-
pasto ralo entre rocas devoradas de líquen-
reventó una ola, indecisa-
la vi venir a distancia.
Al condenar los terrenos de la aduana
(detrás de alambre de púa autos
en depósito desde muchos antes)
el sol no había envejecido, ni
siquiera algunos edificios. Sólo
una pulcritud anciana en el ambiente,
zonas mejor preservadas-interesan menos.
No era cierto.
Algunos jóvenes andaban por la calle:
chirrió una verja.
El resto -veredas rotas, casas de muñecas,
el convencimiento -manso-de habitar un barrio
ya ganado por otros, indemne aún en el barro de una zanja
al poner en la portezuela de la camioneta un guante de invierno.
("el poeta ocasional")
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