El tiempo avisa,
y aun así
uno lo sabe traidor.
Lo hace
con la contundencia de un púgil
curtido en la lona,
lo hace
con el olor a hospital
que reconoces tuyo
(es que nunca lo fue)
con esta ciudad
en la que hace tiempo que no vives, pero
te mueres un poco
cada día -mientras andas resignado,
quizás con macilenta mueca-
y piensas, ahora sí
soy mucho menos yo
y más
el que voy a ser.
Avisa en voz baja, sibilino,
cuando te anestesian el llanto y
la felicidad es entonces
una película de Wilder
a las dos de la madrugada,
un claro entre las nubes. Todas esas risas que habitan
en los hijos de otros.
Antes me decía
que era muy joven
para estar triste. Cierto es.
Pero como suele ocurrir
el tiempo ofrece razones
cuando ya es demasiado tarde.
("emma gunst")
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