Lo otro viene en esos barcos livianos
desde el crepúsculo, hacia el puerto, en el sol
de invierno:
lo otro -lo que tiene nombre,
moviéndose fuera de tu silencio
innominado:
más allá, afuera, afuera, en la intemperie
sin pensamiento, sin recuerdos, sin en sí,
como un toldo de feria
en la plaza del mercado
que un viajante contempla, una mañana,
desde su cuarto de hotel, en la planta alta.
Los otros son esos barcos, ese mar, esas caras
de sal y sangre, que vuelven, cada día,
a contemplar, en tierra firme, su naufragio.
Visión rugosa
que atraviesa tu mar liso;
máquinas de oro duro
que lo indeterminado, adentro, aniquila.
("el poeta ocasional")
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