El retorno
Las paredes tienen oídos,
vientre y sangre.
Pero que no lo sepa el aire,
que lo ignoren el invierno
y el vendedor de esponjas;
que no se enteren mis fotografías que hablan;
que mi amor, oh montañas, oh cielos,
no levante su voz como raíz dulcísima.
Las paredes tienen oídos,
dientes, venas.
Pero yo nunca, fumando,
diga su breve nombre de madera.
Que yo nunca sonriendo, pronuncie
su verdad: la cálida verdad.
Porque las paredes, como los sótanos,
tienen grandes oídos de herrumbre y frío,
desesperanza y pavor,
desconsuelo y locura.
Que yo nunca, en voz baja,
diga que he vuelto a amar.
(fuente: Permiso para el amor, brevísima antología, selección de David Huerta, coed. Secretaría de Cultura del Gobierno del DF, Conaculta, Asamblea Legislativa DF y Secretaría de Educación del GDF, México, 2014.)
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