Garcetas blancas
Qué elegantes, con picos naranjas, las garcetas
blancas, cada una como un aguamanil de airado
paso, los gruesos olivos, cedros que consuelan
el rugir de un arroyo torrencial en el tiempo
de las lluvias; en esa paz, más allá de penas
y anhelos, la que acaso un día pueda alcanzar,
cuyas palmeras se encorvan como un palanquín
al sol con sombras tigresas a sus pies. Allí
estarán, después de que a mi sombra la releguen
a un denso matorral verde de olvido, cargada
de pecados, al salir y ponerse cien soles
en el valle de Santa Cruz, cuando en vano amé
(fuente: "la silla prestada", traducción: Luis Ingelmo)
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