Vivir juntos
Hablando de maravillas, estoy viva
junto a ti, cuando podría haberlo estado
con cualquier otro bajo el sol,
cuando podría haber sido la mujer de Abelardo
o la puta de un padre del Renacimiento
o la esposa de un campesino sin suficiente comida
ni suficiente amor, mis hijos muertos
de peste. Podría haber dormido
en un nicho junto al hombre
de la nariz de oro, que se entrometía
en los asuntos de las estrellas,
o cosido una bandera estrellada
para un general con dientes de madera.
Podría haber sido la ejemplar Pocahontas
o una mujer sin nombre
llorando por mi marido
en la cama del Amo, intercambiada por una mula,
mi hija perdida en una apuesta de borrachos.
Me podrían haber atado a un tótem
para aplacar a un dios vengativo
o abandonado, niña inútil,
a mi suerte en un acantilado. Me gusta pensar
que podría haber sido Mary Shelley
enamorada de un ángel testarudo,
o una amiga de Mary. Podría haber sido tú.
Este poema es interminable, son infinitas las probabilidades en nuestra contra,
nuestras oportunidades de vivir juntos
estadísticamente inexistentes;
aún así lo logramos, estar vivos en una época
que, según racionalistas con sombreros cuadrados
y Testigos de Jehová sin sombrero,
está por terminar,
vivos con nuestros vivaces hijos
que —por interminables hubieras—
podrían haberse perdido de estar vivos
junto con maravillas y locuras
y anhelos y mentiras y deseos
y error y humor y piedad
y viajes y voces y caras
y colores y veranos y mañanas
y saber y lágrimas y azar.
(fuente: "emma gunst", traducción de Coral Ruvalcaba)
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