V.I.H.
Soy joven y estoy aún
digamos
en ese tiempo inverosímil
que para mis mayores ha huido
tan de prisa.
En mí el deseo
se encabrita a cada instante
de cada noche y de cada día,
y bien podría ser recomenzado
sin dar, por otra parte, mucho.
Así, no tengo por qué pedir la fuerza
y el coraje: yo no los tengo simplemente
y sigo -sin proponérmelo siquiera
echando cosas en el talego de mi sueño.
Aún conservo -no sé explicar cómo
una pizca de esperanza
suficiente
para creer que serán mejor las cosas
-no las mías: las cosas llanamente
e intento,
aunque no puedo evitarlo a veces,
no ser cruel.
Pero hacia mí la muerte se apresura.
En verdad, hace años la tengo
pegada a mis talones,
soplándome su vaho en los carrillos.
Manos arriba contra la pared,
apretados los muslos y los ojos,
ella me tiene;
y aguardo, solo, a que por fin me aseste
su triste golpe.
¿Qué espera, pues, la muerte?
¿Qué pretende conmigo esa señora
sólo rozando mi cuerpo
sus tiernos velos
sin abrazarme?,
mientras a mi espalda bulle y me excita
la vida
y el amor,
y el deseo: los muchachos,
el fresco aroma de sus axilas...
(texto tomado de Ajuste de cuentas. La poesía colombiana del siglo XX, Alvarado Tenorio, Harold, con prólogo de Antonio Caballero, editorial Agatha, Palma de Mallorca, 2014.)
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