Fin de milenio
Hacia el año dosmil, salvo atajo,
seré el señor comatoso de la cama 301.
Hundido mi cráneo demacrado en la almohada,
cerrados los ojos,
entreabierta la boca seca color arenisca,
respiración casi imperceptible, suero,
un tubo de plástico saliéndome de la nariz
-y en el plato adyacente los trozos de papaya que no pude ya
rechazar-,
nadie admitiría la posibilidad de ningún nexo entre mi patética estantigua
y las tetas limoniformes de la pipiola que barre el corredor:
escuchen, con qué pocas ganas lo hace.
Ni vamos a morir todos tan a gusto como Cavendish.
ni en la vida tampoco lo imitamos- pues el nexo existirá,
es lo chistoso,
aun sólo analógico e historiográfico.
("medusario", ed. fce, méxico, 1966)
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