viernes, 22 de junio de 2018

Satoko Tamura (1947 )

Pueblo natal




La adivina responde cualquier consulta

¿Dónde está la cartera? ¿Y el recuerdo extraviado?

También la suerte corrida por el cazador,

fue por unos  jabalíes y jamás regresa.

Ella señala la cresta del monte espeso

Le dice a su familia que tal vez esté muerto.

Realmente había muerto el cazador

junto a una barrera defensiva para jabalíes

donde el dedo prolongado.



Junto a los espíritus de los muertos,

sanguijuelas, el tsuchinoko (*), los dioses,

al fondo de las montañas profundas

la adivina da la espalda al desfiladero

donde la niebla hierve como un dragón,

Y reúne el mar bajo sus pies.

Por eso la tierra y la gente tienen que estar de puntillas

En el campo de batata  cómo  dónde  no se puede estar sino de puntillas

La vieja hace su tarea todo el tiempo encorvada,

Por esa cadera torcida nunca pudo ser bailarina

pero fue bendecida con hijos, uno tras otro, como batatas.



Al final del día

la vieja arranca un hoja de camelia

y cubre los tabacos, fuma a gusto.

Los humos difuminan la frontera de terrazas.

Pronto vuelven los barcos de bonito con luz

lentamente

y van demoliendo el horizonte curvado

igual que su cadera.




(*) Tsuchinoko (Animal imaginario que se dice en el pueblo)


("crear en salamanca", trad. de la misma autora)

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