Pueblo natal
La adivina responde cualquier consulta
¿Dónde está la cartera? ¿Y el recuerdo extraviado?
También la suerte corrida por el cazador,
fue por unos jabalíes y jamás regresa.
Ella señala la cresta del monte espeso
Le dice a su familia que tal vez esté muerto.
Realmente había muerto el cazador
junto a una barrera defensiva para jabalíes
donde el dedo prolongado.
Junto a los espíritus de los muertos,
sanguijuelas, el tsuchinoko (*), los dioses,
al fondo de las montañas profundas
la adivina da la espalda al desfiladero
donde la niebla hierve como un dragón,
Y reúne el mar bajo sus pies.
Por eso la tierra y la gente tienen que estar de puntillas
En el campo de batata cómo dónde no se puede estar sino de puntillas
La vieja hace su tarea todo el tiempo encorvada,
Por esa cadera torcida nunca pudo ser bailarina
pero fue bendecida con hijos, uno tras otro, como batatas.
Al final del día
la vieja arranca un hoja de camelia
y cubre los tabacos, fuma a gusto.
Los humos difuminan la frontera de terrazas.
Pronto vuelven los barcos de bonito con luz
lentamente
y van demoliendo el horizonte curvado
igual que su cadera.
(*) Tsuchinoko (Animal imaginario que se dice en el pueblo)
("crear en salamanca", trad. de la misma autora)
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