A veces, de tarde en tarde,
paso por aquella playa.
Y nada pediría, si se me ofreciese;
que todo regresara, por ejemplo.
Disimulo quién soy, si me siento a una mesa
y acude el camarero
que nos atendía.
Es como si dijera: yo no he sido
nadie,
yo no he tenido
nada.
Y sin rencor lo digo,
con impreciso gesto, con oscuro
semblante.
Pues esta sensación es verdadera:
no hay que sacar de nada conclusiones.
Y menos que de nada de aquellos días muertos
que no deben, por respeto, ni mencionarse.
("tu cita de los martes", blogspot)
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