sábado, 14 de mayo de 2016

Luna Miguel (1990 )


Mala sangre

V.

El útero de mi tía tiene forma de soga. Las sogas,
como las pulseras plásticas de las niñas que
venden en los chinos, tienen formas de animales
perfectos. El útero de mi tía Lourdes es un
animal perfecto: huele a estiércol y a hierba mojada
y a veces se lo comen las moscas. A mi tía le
han quitado un trozo de útero y no se va a morir
pero le duele. No se va a morir pero le asusta. A
mi tía le han quitado el útero y yo, que soy una
mala sobrina, no he ido a visitarla. Los hospitales
me dan miedo. Tanto que a veces prefiero no
ir a ver a mis seres queridos, opto por decir hola,
tía, estoy ocupada, opto por mentir, hola, tía, estoy
ausente. La primera vez que me quedé a dormir
en un hospital, fue para cuidar a mi abuela después
de su duodécima operación. La primera
vez que me quedé a dormir en un hospital mi
abuela se cagó encima. La habitación comenzó
a apestar. Llamé a las enfermeras para que limpiaran
pero no venía nadie. Abracé a mi abuela,
que lloraba de vergüenza. Pero su peste solo
me provocó amor. Su mierda era mi amor por
ella. Mi cara relajada, mi ceño sin fruncir, era su
amor por mí. El fin del mundo tiene que ser algo
parecido a esto, pensé: estar al lado de alguien a
quien amas cuando todo lo que te rodea apesta
a final infeliz.
El fin del mundo debería ser así.

Dos personas abrazadas en mitad del desconcierto.

Tranquilas pero tristes.
Con lágrimas pero soportando.


("poetas del fin del mundo")

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