Miren cómo se deja cautivar
Miren cómo se deja cautivar
por el bastón que se mueve, por el minúsculo
aleteo de una mosca, por el ruido
de una puerta que se abre.
Y cuando se acomoda en mis rodillas,
parecería que es para siempre,
sus uñas casi penetrándome
la carne. Pero si un pájaro cruza
frente a la ventana, adiós caricias,
adiós besos.
Ella desaparece.
Y a lo mejor, después, regresa.
("el muchacho de los helados", trad. fabio morábito)
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