Mi capitán...
Mi capitán, es hora, es hora
de limpiar los fanales, los astrolabios,
de abrir las cajas de ébano,
de pulir bronces, de airear
las banderitas del pañol y ver
esas llamas en el aire de proa a popa.
¡Es hora de meterle fuego a la tarde!
Tener otra vez aquella hora intensa
en la que el cielo era una hoguera viva
y estaba el corazón acariciado
por ese instante único.
¿A dónde van las horas luminosas?
Sólo el corazón tiene un cofre intacto
donde se guardan como postales viejas
esas felicidades de otro tiempo
y el escozor de las heridas que nos dieron.
Es hora, capitán, pongamos rumbo
hacia el tiempo que quedó en el olvido,
ese espejo de brumas que a veces
se iluminan en el fondo de la memoria
y hace brillar en relámpagos una tarde
que nunca volverá. Pero está viva.
(fuente: "la mirada del lobo", trad. de Andrés Varas)
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