Faltaban dos o tres años para que internet comenzara la invasión de los hogares, así que en marzo de 1994 todavía nos informábamos sólo con los periódicos y las revistas, la radio y la televisión. Se suponía que los medios electrónicos eran los más veloces, y lejos estábamos de imaginar que cerca de veinte años después las redes sociales permitirían diseminar una noticia por todo el mundo a sólo unos segundos de haberse dado.
Llegué aquel miércoles 23 de marzo a casa luego de ofrecer un par de clases en la universidad. Me faltaban exactamente dos meses para cumplir treinta años, era soltero y tenía un cuartito independiente en casa de mis padres. Mi biblioteca, la cama, una mesa de trabajo y la maravillosa máquina de escribir Olympia color guinda estaban allí. Creo recordar que también contaba para entonces con la tele Hitachi en blanco y negro que agarraba la señal con un gancho de ropa en calidad de antena. El caso es que llegué como a las siete o poco más, encendí la tele y al primero que vi y oí fue a Javier Alatorre, ya para entonces el lector de noticias estelar en TV Azteca.
Al principio me desconcertó que estuviera fuera de su horario. Algo había pasado. Luego lo dijo claramente, pero todavía sin datos precisos: habían atentado en Tijuana contra el candidato del PRI a la presidencia. Al parecer dos o tres balazos. Hacía enlaces un tanto torpes, no se sabía mucho en Tijuana y menos en el DF. Lo único verdaderamente cierto en ese momento era que el candidato había sido llevado con urgencia a un hospital, grave.
Poco después, casi a las nueve, en cadena nacional, el vocero de la campaña del PRI, Liébano Sáenz, dio la noticia: el candidato estaba muerto.
Lo que ocurrió después ya lo sabemos. Jamás se supo bien a bien qué pasó. Muchas pistas fueron borradas, quizá hasta cambiaron al asesino material, fiscales especiales fueron y vinieron, el país se puso más tenso que de costumbre, corrió un río de tinta, pero con claridad no se supo nada de nada.
Siempre he creído que la orden salió del lugar del que se sospechaba más, pero no podía decirse. Ni entonces ni ahora, pues de alguna forma ese poder sigue vigente y es muy grande, grandísimo, inmenso, el mayor del país desde 1988 o poco antes.(fuente: "ruta norte laguna.blogspot", de Jaime Muñoz Vargas)
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