martes, 8 de abril de 2014

Juan Manuel Roca (1946 )


Visita a un cementerio de autos


Tras los campos de millo y de cebada
El jardín de la herrumbre
Recibe la visita de la lluvia.
Golpean los goterones las viejas carrocerías
Que tienen un aire de belleza olvidada.
A la salida de la ciudad
Detuve mi bicicleta en el cementerio de autos
Y creí ver la pelirroja 
Con sus muslos abiertos al amor
En el asiento trasero del Studebaker
/de su abuelo.
Nadie trae flores a sus muertos,
Mr. Ford, Mr. Packard, 
A pesar de extrañarlos más que a sus padres.
Por años dieron mejor trato a sus bielas
Que a sus vísceras, a sus embragues
Que a un rumor de cansancio en las arterias.
Algo de un naufragio del tiempo 
Hay en esta necrópolis de latas retorcidas,
Algo de estancada y desmembrada metalurgia. 
Algunos de estos restos de latón
Fueron cabinas poderosas de hombres seguros
Que huyeron de sí mismos al paso del tren,
Al cruce de la liebre o al encuentro del árbol.
Hasta el auto fantasma
Que escapó tras arrollar al vendedor de manzanas
Por la carretera 39,
Se siente en su casa. Hay algo de espiritismo
En esta leprosería de autos. La lluvia
Es la médium que convoca a los tripulantes
De destazados coches de huesos más firmes,
Menos calcáreos que sus ahora invisibles 
/conductores.
Todo lleva a pensar 
En una arqueología del vacío. 
Es posible que mañana se encuentren
Estas necrópolis hundidas en la arena
Y alguien guarde en su maleta
Alguna pieza del Chevrolet rojo
Como la huella de una edad primitiva.


(fuente: "la biblioteca de marcelo leites")

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