El cigarro de hoja hacía
que la abuela se remontase
no sé a dónde.
El camión carguero que iba
sobre la falda de un cerro
orillaba a la madre al desfiladero.
La sirena de ambulancia
llevaba a la vecina
a invocar su santuario en voz alta.
Las campanas del mediodía
hacían que las lavanderas
suspendiesen el quehacer por la oración.
Cuando convocaba a duelo
el badajo del sacristán bizco
las más ancianas recordaban la resurrección.
Y así sucesivamente, porque
todos, en algún momento,
sabrán que un día.
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