viernes, 18 de marzo de 2011

VIVIR EN YAMADA

Cuando salimos de casa
la más pequeña dijo
que habíamos olvidado
el gato encerrado.

Que regresaba por él.

Le dije que no,
que perderíamos el tren,
que ya tendría otro
en casa de los abuelos.

Dijo que no, que volvería a casa.

Cuando le dije que
ya tenía otras mascotas
de peluche, que lo olvidara,
insistió que iba para traerlo.

Le dije que sus pisadas
serían cubiertas por la nieve,
que se extraviaría lejos
de nuestras manos y miradas.

Luego me respondió algo que ya no oí.

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