Cuentan que el violento cártel de Los Zetas fue primero el brazo armado del que hoy es su más acérrimo enemigo, el del Golfo. Y que éstos últimos captaron a sus 'matones' entre las mismísimas filas del ejército. Entre la élite, los mejores preparados para matar. Pero hasta ahora no se sabía cuántos habían podido cambiar de bando: ¡más de 1.600 soldados! se encuentran en paradero desconocido y se sospecha que se han pasado al otro bando.
La cifra, publicada por el diario mexicano Milenio, es oficial y como tal se refiere a los militares que están en paradero desconocido como desertores para el Ministerio de Defensa. El cálculo se ha hecho sobre la última década, el tiempo que llevan matando Los Zetas y fija en 120 el número de soldados de élite que han colgado el uniforme en los últimos dos años, los más duros de la guerra que libran los cárteles entre sí y con el ejército.
Entre los que no han dejado pistas podría haber también soldados que han decidido dejar sus fusiles por miedo a morir en un tiroteo o por amenazas del crimen organizado, pero la hipótesis más extendida sobre las razones de su 'desaparición' es que se han aliado con el enemigo.
De hecho, para evitar que los militares cayeran en la tentación atraídos por un salario más suculento, el Gobierno de Felipe Calderón les ha incrementado el sueldo un 115% desde que tomó posesión en diciembre de 2006.
Se trata de francotiradores, paracaidistas, expertos en supervivencia y analistas de inteligencia y soldados especializados en reacción rápida, según publica el mismo diario, que para acceder a estas cifras ha tenido que acogerse a la Ley de Transparencia. Los desertores han recibido hasta cursos de antiterrorismo y de ranger en EEUU.
El curso de aspirante a ranger, por ejemplo, incluye un riguroso entrenamiento militar en condiciones desérticas, alpinas, selváticas y urbanas. Concluye con un simulacro bélico en el que los soldados son enviados al campo durante cuatro días a participar en juegos de guerra.
Los datos facilitados por Defensa al periódico se refieren solo a los integrantes de los Batallones de Fuerzas Especiales y los Grupos Anfibios de Fuerzas Especiales (Ganfes) del Ejército que han abandonado las filas militares y están catalogados como evadidos. A ellos se podrían sumar muchos otros con no tanta preparación de los que tampoco se ha vuelto a saber nada.
De media, Defensa cerró la década pasada con una pérdida anual promedio de 168 comandos. Desde el Ministerio reconocen que no se ha creado un programa para dar seguimiento a los desertores ni existe forma de saber adónde fueron a parar estos militares.
La cada vez más frecuente participación de estos militares de élite en las operaciones contra el narcotráfico se refleja también en un aumento en su número de bajas. 2010 fue el año más letal: 10 comandos perdieron la vida en oprativos contra los capos de los cárteles como Nacho Coronel, abatido en julio pasado en Jalisco.
En total, desde 2000 han fallecido 43 soldados de Fuerzas Especiales, tres más fueron heridos de gravedad y tuvieron que retirarse. Otros 312 han solicitado su retiro voluntario.
(Si nos atenemos a que las cifras son oficiales por provenir de fuentes militares, entonces el documental "El sicario, habitación 164", el monólogo de un exintegrante de algún cártel de la droga, enarbola la verdad, que el crimen organizado ha reclutado a sus más sanguinarios miembros entre los desertores de las milicias. La serpiente, entonces, se muerde la cola. Nota reproducida del diario español El Mundo.)
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