domingo, 30 de diciembre de 2018

Uriel Martínez (1950 )

La noria


Llevo una semana en cama, mi organismo sólo tolera el agua, en ese lapso dejé el cigarro, el café y mis cuadernos. Es tal la desolación que atraviesa mi vida que me da miedo verme la cara en el espejo. Cuando salgo de casa para ver al médico, desvío la mirada evitando verme reflejado en los aparadores y en los ojos de los niños. En el consultorio me espera una enfermera, me pincha el brazo y me extrae sangre.Luego me coloca una cinta adhesiva antes de irme. Vuelva el lunes.

Salgo del consultorio temprano y en ayunas. Tengo siete días sin salir de casa, como es lógico, el encierro me enferma, no basta con asomar al balcón y ver la rutina de siempre: coches y camiones pasan desde temprano, más tarde oigo las campanas de una de las innumerables iglesias de este pueblo. Salgo del consultorio luego que la enfermera me da cita para el lunes. Atravieso la calle y me interno en la Alameda. Es extraño, se acerca el fin de mes y los corredores, atletas y deportistas no aparecen, se dan una tregua antes de iniciar el siguiente mes; o todos salieron ya a su pueblo. Cuando me acerco a la panadería que está de aquel lado de la calle, imagino el olor del pan a primera hora. Mi organismo sólo tolera el agua y a veces el suero oral que previene contra la deshidratación. Donde termina la Alameda sólo veo a una señora entrenarse en short y cachucha roja. Cuando paso junto a  ella veo que se toca las uñas de los pies con las yemas de los dedos; observo que se alterna el juego de brazos entre una y otra extremidad. Una mujer de setenta años.


Hoy salí temprano después de un baño rápido: experimenté otra vez lo mismo: mientras me enjabono las piernas me ataca una oleada de frío y estornudos. Acelero el fin del aseo y busco procurarme calor con una y otra toallas, me apuro a colocarme la playera de algodón. Salgo al balcón. Son las 10 am. Hay un sol clemente. Me recorto las canas del bigote y regreso a vestirme. A estas horas la temperatura de adentro es más baja que a la intemperie. Salgo a la calle en cuanto puedo. Esperé bus casi por una hora. En la terminal mi camión sale en 90 minutos. Para no esperar haré un transbordo a medio viaje: los 90 minutos salvados los pierdo mientras espero el colectivo que llega a mi pueblo. Eso de ida. De regreso es igual, aunque nunca regreso de ningún lado; es un modo de darle vuelta a la noria.



[Inédito]

jueves, 27 de diciembre de 2018

Eliseo Diego (1920/1994 )

Canción para todas las que eres



No solo el hoy fragante de tus ojos amo
sino a la niña oculta que allá dentro
mira la vastedad del mundo con redondo
[azoro, y amo a la extraña gris que me recuerda
en un rincón del tiempo que el invierno
[ampara. La multitud de ti, la fuga de tus horas,
amo tus mil imágenes en vuelo
como un bando de pájaros salvajes.
No solo tu domingo breve de delicias
sino también un viernes trágico, quien
[sabe, y un sábado de triunfos y de glorias
que no veré yo nunca, pero alabo.
Niña y muchacha y joven ya mujer,

[tu todas, colman mi corazón, y en paz las amo.


("los poetas")

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Irene Gruss (1950/2018 )

Rapsodia urbana



...Esto es lo que cae: agua helada
en las manos; lo que das lo recibo
con un espasmo.
Fría, más que helada,
es el agua. Cae de a poco.
Esto es lo que doy:
mi necesidad arde
como una rosa en sereno...


("el poeta ocasional")

martes, 25 de diciembre de 2018

Louise Glück (1943 )

La terquedad de Penélope



Un pájaro llega a la ventana. Es un error

considerarlos solamente

pájaros, muy a menudo son

mensajeros. Por eso, una vez

se precipitan sobre el alfeizar, se quedan

perfectamente quietos, para burlarse

de la paciencia, alzando la cabeza para cantar

pobrecita, pobrecita, un aviso

de cuatro notas, para volar luego

del alfeizar al olivar como una nube oscura.

¿Pero quién enviaría a una criatura tan liviana

a juzgar mi vida? Tengo ideas profundas

y mi memoria es larga; ¿por qué iba a envidiar esa libertad

cuando tengo humanidad? Aquellos

que tienen el corazón más diminuto son dueños

de la mayor libertad.



("eterna cadencia", versión andrés catalán)

lunes, 24 de diciembre de 2018

Louise Glück (1943 )

Caballo



¿Qué te da el caballo
que no puedo darte yo?

Te observo cuando crees estar solo,
y cabalgas en el campo, detrás de la cuadra
con tus manos hundidas
en las oscuras crines de la yegua.

Conozco entonces lo que yace detrás de tu silencio:
tu desprecio, tu odio por mí, por nuestro matrimonio.
Y aún así pides mis caricias. Lloras
como lloran las novias, pero te observo
y noto que no hay pajecitos a tu alrededor.
Entonces ¿qué hay en ti?

Nada, pienso. Sólo la prisa
por morir antes que yo.

En un sueño te he visto cabalgar
sobre los campos arrasados. Luego
desmontas; caballo y tú caminan juntos
en la oscuridad, sin sombras.
Y yo sentía las sombras venir hacia mí
—ellas, dueñas de su albedrío por la noche,
pueden ir a cualquier parte.

Mírame. ¿Crees que no lo entiendo?
¿Qué cosa es el caballo

sino un pasaje fuera de esta vida?


("el poeta ocasional", versión de jorge esquinca)

domingo, 23 de diciembre de 2018

Clyo Mendoza (1993 )

Perro negro mira oculto una catástrofe



Escuché de los hombres que los que mueren sin paz no mueren. Los escuché decir que a veces ni siquiera basta el deseo de morir para que se muera rotundamente. Cuentan historias de gente que todavía muerta recuerda lo que amaba, lo que impulsaba sus puños o la tripa; entonces, dicen, aletean en la matriz de la muerte, contra su pared espesa.

Otros animales dicen que los difuntos sueñan la vida en la muerte, dicen que hablan, que  gritan, que los escuchamos. Que su voz es como la vibración del miocardio. Su voz es un llamado gris y nada registra sus peticiones: el tiempo no reconoce la voz de esos muertos. Parecen estar condenados al mutismo en la historia del mundo, pero logran que algunas noches huelan a su sangre. Porque, dicen, la sangre de los muertos sin paz sigue oliendo y los salvajes que fuimos se despiertan. Creo que esos son los días llenos de ansia: se vuelca el rojo, la gente mata, la gente muere, los perros nos aventamos a las piernas de los corredores, los niños lloran y la violencia atraviesa con la fuerza de su hierro todas las cortezas.

Los perros y los hombres somos bestias, y esos días la estela del animal que siguen siendo, esa vena dura encallada en el silencio, vuelve a palpitar. Entonces los vivos quedamos expuestos, destrozados.

Yo, Perro, que no lloro ni canto, sólo pienso: el amor es la verdadera resistencia, pero está presto siempre a la avería. Yo, que soy sólo un perro y miro desde aquí a las aves, a los árboles,  las madres, los niños y a otros muertos, sólo sé que compartiré lo que hay entre el cielo y la tierra, compartiré con ellos mi tumba.


("periódico de poesía")

sábado, 22 de diciembre de 2018

Miyó Vestrini (1938/1991 )


Valiente ciudadano

                                                                   a maría inmaculada barrios

                                              Morid con el pensamiento cada mañana y ya no temeréis morir.
                                                                           (Tratado Hagakuse)

Dame, señor,
una muerte que enfurezca.
Una muerte tan ofensiva
como a los que ofendí.
Una muerte que soporte la lluvia
de Santiago de Compostela,
y de paso,
mate a los que me ofendieron.

Dame, señor,
esa muerte de la intemperie
que sorprende y tranquiliza.
Haz que esté largando mocos y lágrimas,
suplicando piedad
y deseando muerte ajena.

Haz, señor,
que aquel hombre con piel inédita
reconozca en mí al animal de los olivares.
Que su cuerpo pese sobre el mío
y haga dulce
la entrada al fuego.

Te prometo haberlo visto todo.
La misma culpa con la que nací,
el mismo furor.
Haz, señor,
que esté escuchando a Vinicio de Moraes
y a María Betania
y prometiendo que mañana,
lunes,
me inscribiré en un curso para aprender brasileño.

Que venga la muerte
cuando descubras en mí
alguna oculta intención de poder
y cuando sepas,
por tus informantes,
de mis maniobras para pasar la historia.
Cuando te digan, señor,
que he agotado todos los recursos de la fatiga
sin pedir clemencia,
entonces, señor,
dame duro.
Haz que este golpe que tengo en la frente
por abrir puertas a cabezazos
se ponga
rojo,
latiente,
doloroso.

Supongamos, señor,
que eres el big-bang.
Que ningún territorio escapa a tu vigilancia.
Que los hot-dogs son tema de tu predilección.
Que tu deseo de mí es parte obscena
de tu personalidad.
Entonces, señor,
examina mi estómago abultado
          por los espaguetis de Portofino
          por las favadas del Guernica
          por los pasteles de coliflor de mi madre
          por los largos tragos de cerveza y ron.

Espía, señor, los rostros de mi espejo en el espejo,
             yo, la pusilánime astuciosa
             la del dedo en el aire
             abanicando a la aburrida concurrencia.

Podrías venir al cine, señor.
Veríamos Brazil,
La vaquilla,
Un día de campo,
El cartero y Gatsby.
Me escucharías
sacudida por la risa
y el temor.

Permíteme, señor,
contemplarme como soy:
       el rifle en la mano
       la granada en la boca
       destripando a la gente que amo.

Acuéstate conmigo en la madrugada, señor,
cuando mi respiración es un golpe de piedras
en la corriente del río.

Y verás cómo nada,
   ni siquiera la leche de tus cantares,
puede darme una muerte que me enfurezca.


("periódico de poesía")

viernes, 21 de diciembre de 2018

César Vallejo (1892/1938 )

Algo te identifica...


Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es
la facultad común de volver: de ahí tu más
grande pesadumbre.
Algo te separa del que se queda contigo, y es la
esclavitud común de partir: de ahí  tus más ni-
mios regocijos.
Me dirijo, en esta forma, a las individualidades
colectivas, tanto como a las colectividades in-
dividuales, y a los que, entre unas y otras, yacen
marchando al son de las fronteras o, simplemen-
te, marcan el paso inmóvil en el borde del mundo.
Algo típicamente neutro, de inexorablemente
neutro, interpónese entre el ladrón y su víctima.
Esto, así mismo, puede discernirse tratándose del
cirujano y del paciente. Horrible medialuna,
convexa y solar, cobija a unos y a otros. Porque el
objeto huratdo tiene también su peso indiferente,
y el órgano intervenido, también su grasa triste.
¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que la
imposibilidad en que se halla el hombre feliz de
ser infortunado y el hombre bueno, de ser mal-
vado?
¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir! Toda
la mecánica social cabe en estas palabras.


(obra poética completa", ed. casa de las americas, la haban, 1975)

jueves, 20 de diciembre de 2018

Elsa López (1943 )


Oigo correr el agua


Oigo correr el agua y cantar las chicharras
y sé que a mis espaldas florecen las magnolias
y se agitan las ramas del pruno y la mimosa.
Duerme toda la casa y mi voz se desliza
y se encarama al norte de tu pecho
y te gime y te besa y no te dice nada.
Escribo con la boca cargada de alfileres.
Y me duelen los ojos.
El corazón no duele, que está alerta a los ruidos
y al latir de los perros.
Esta noche la pena tiene el modo menor de los acordes
que te dejan el piano clavado como espinas.
Cada tecla una nota y cada nota el pulso
–en fa menor la herida– sobre los bordes de la piel.
A rayas la tristeza y el hambre como una cebra en celo.
Así la pena que me recorre el alma este viernes de marzo
como a César, supongo,
pocas horas después de anunciarle su muerte.


("cómo cantaba mayo")

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Rosabetty Muñoz (1960 )

El río de la noche



El río de la noche es otro

atravesado y solo en la ciudad que duerme.

Le gusta que le lleve naranjas y poemas

que no le tema y le tema

arrullándome con alemanes hermosos

que miraban el cielo para construir su casa

y hombres tristes que se perdieron tierra adentro.

“La vida les debe lo innombrable”

y me abre los brazos oscuros.

“Podrías dormirte dulcemente”.

Me habla como a una amapola

que tiembla en el viento.



Pero amanece y no es el mismo.

El río de la noche no me reconoce

entre todas las muchachas

que cruzan el puente.


("la poesía alcanza")

martes, 18 de diciembre de 2018

César Vallejo (1892/1938 )

Sombrero, abrigo, guantes



Enfrente a la Comedia Francesa, está el Café
de la Regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto
   ya de pie.

Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del Café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.

Importa que el otoño se injerte en los otoños,
importa que el otoño se integre de retoños,
la nube, de semestres; de pómulos la arruga.

Importa oler a loco postulando
¡qué cálida es la nieve, qué fugaz la tortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante el cuándo!


("obra poética completa", ed. casa de las américas, la habana, 1975)

lunes, 17 de diciembre de 2018

Fernando del Paso (1935/2018 )

XLII


De tu soberbia, mar, nada se pierde:
la guardo toda en instante verde.

Cabe en mis ojos tu jactancia, presa,
y tu ira en un puño de turquesa.


("poemar", ed.fce, méxico, primera reimpresión, 2015)

domingo, 16 de diciembre de 2018

Uriel Martínez (1950 )


Temprano



Temprano se escuchó un disparo
antes de oscurecerse la mañana
con parvadas de alas
rumbo al sol.

Muy de mañana alcancé a ver
ojos de animales espantados
y la vibración que provocaron
plumas hacia otros lados.

Visualicé rifles, vi carabinas,
vi racimos de pólvora,
imaginé diábolos en manos
adolescentes.

Eran cazadores luego
de levantada la veda, 
se acercaba el fin
de año, había sed.

Así se conmemoran fiestas, a sangre fría.


[Inédito]

sábado, 15 de diciembre de 2018

Karmelo C. Iribarren (1959 )

El amigo  



Llora cuanto quieras
sobre mi hombro,
desahógate,
cuenta conmigo
para lo que te haga falta.

Pero no te equivoques,
no soy mejor que él:

le envidio
cada una
de tus lágrimas.


("el hacedor de sueños")

viernes, 14 de diciembre de 2018

Ron Padgett (1942 )

Fijación



No es tan duro como subir
a una cruz y tener clavos
en tus pies y manos.
Por supuesto que va a doler, pero
si tu mente fuera suficientemente fuerte
no te darías cuenta. Tú
notarías cuánto más lejos
podrías ver desde aquí arriba, cómo
hay incluso una brisa
que hiela la sangre que chorreas.
Las colinas con olivos se unen
a otras colinas con senderos y cabañas,
rebaños de ovejas en un distante ascenso



Esto por eso




¿Qué voy a tomar para el desayuno?
Desearía tener unas ciruelas
Como las del poema de Williams.
Él se disculpó con su esposa
por comérselas
pero lo que no hizo
fue disculparse con quienes
leerían el poema
y no podrían comérselas.
Es por eso que me gusta su poema
cuando no estoy hambriento.
Ahora mismo no me gusta él
ni su poema. Esto es sólo
para decir eso.




("jampster", vers.diego l. garcía y tito manfred)

jueves, 13 de diciembre de 2018

Irene Sánchez Carrón (1967 )

En los parques



En otoño era fácil darnos a la emoción
de deambular sin rumbo y disfrutar pisando
las hojas en los parques.
Fue antes de que supiéramos que sólo caen las hojas
secas, envejecidas, amarillas y muertas,
como marchitas páginas.
           
Si fuésemos capaces aquí, en este momento,
de sujetar las riendas y frenar el galope,
sin querer llegar nunca,
acariciando el suelo, el aire acariciándonos,
sin saber hacia dónde, sin pensar en el cuándo,
sin final ni principio,
           
y en un girar continuo de palabras al viento,
cerrar todos los libros, quedarnos detenidos,
tender el alma al sol
tenue de los recuerdos que alguna vez quemaron
los labios y los ojos, y que ya sólo son

desorden de papeles.


("poesiaspoemas")

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Gastón Ribba (1972 )


Se gasta...



Se gasta la misma
cantidad de yerba
si uno matea solo
pero la mitad de galleta
y el doble de tabaco

Se traga el triple
de vino si uno chupa solo
pero se guarda
el agua del vaso
que no se lava

Se ensucia
media sábana si uno
duerme solo y puede
ahorrar hasta tres cuartos
de jabón si alterna,
noche por medio,
cada mitad del catre

Se escribe el doble
o el triple o más si uno
matea-fuma-chupa-duerme
solo y tal vez por eso
o capaz que sea el
silencio nomás

Un paquete de sopa
alcanza y sobra para
tres resacas y cada
saquito de tilo y cada
tira de clonazepam
rinden dos insomnios

Se miente
más o menos lo mismo
al espejo que a un otro
pero no se gasta
nada de saliva
y las palabras lindas
se guardan
para tiempos mejores
como los manteles
de la mamma y las copas
de la tía y los cubiertos
de la nonna
y la grappa que
guardaban los viejos
a la espera de que uno se hiciera
jinete o doctor o bandido o
algo que valiera
un trago

Se gasta la misma
cantidad de soledad cuando
uno la mezquina que si
la comparte

Se gasta un poco más
los domingos al caer la tarde
que los jueves por la mañana
pero al final la cuenta
siempre cierra

Se gasta la mitad
de gas o leña si uno
matea solo porque
nadie se queja
si el agua y la casa se enfrían
mientras el cenicero
se llena y las sábanas
humean o gotean y huelen
a perro

Se gasta poco y nada
en champú, colonia y hojitas
de afeitar y el doble
o el triple en pilas para
las radios y las linternas
porque las noches
duran hasta cuatro
veces más

Se gasta nada
en pornografía y una fortuna
en electricidad

Se gastan las horas
y los días de antemano

Se gasta a cuenta
el tiempo en nada,
como billete que ya no vale,
de esos que olvidan los
abuelos en un saco y uno
descubre cuando está
por vestirlos para
el cofre

Apuntes para
una breve disertación
sobre la economía
de la soledad


("eg")

martes, 11 de diciembre de 2018

Irene Sánchez Carrón (1967 )

A ver la luna



Los dos vemos la luna.



La tuya está muy lejos,

a miles de kilómetros del suelo.

La mía se pasea

por todos las orillas de la Tierra.



La tuya está compuesta

de no sé qué metales, me comentas.

La mía es miel helada,

fría plata, dolor, desasosiego.



Tu luna es un satélite

que gira solitario en su sistema.

La mía es una diosa

que agita el corazón y las mareas.



Tu luna está en el cielo,

con cráteres, océanos, desiertos.

La mía está en tu cuerpo

con fuego, sal y sed, hambre y deseo.



("antoncastro")

lunes, 10 de diciembre de 2018

César Moro (1903/1956 )

Ataúd


La poesía ya no es un bogavante
Ella bebe su propio ataúd
En una muy vasta pintura hierática y jerárquica
El verdugo de la cuna y la vertiente del camino
Las entrañas emplomadas de nocturnos paseantes
Sobre el silencio un baño de zinc
Para terminar una jornada bien corta
Los centauros llevaban ataúdes en la cabeza
Sus cabezas tenían la forma del rocío


("praderas temporarias", coed. libros magenta-sría. de cultura, méx., 2017, trd. reynaldo jiménez)

domingo, 9 de diciembre de 2018

Eugenio Montale (1896/1981 )

Viento sobre la media luna



El gran puente no llevaba hacia ti.
Te habría alcanzado hasta navegando
en las cloacas, a una orden tuya.
Pero ya las fuerzas, con el sol en los cristales
de los miradores, se iban agotando.
El hombre que predicaba bajo la Media Luna
me preguntó: "¿Sabes dónde está Dios?" Lo sabía
y se lo dije. Movió la cabeza. Desapareció
en un torbellino que arrastró a hombres y casas
y los alzó, muy altos, sobre la oscuridad.

                                                                 Edimburgo



("a media voz", versión de jesús lópez pacheco)

sábado, 8 de diciembre de 2018

Rubén Reches (1949/2018 )

El teléfono de la casa paterna



a la memoria de mis padres
Jane Szichman y Samuel Moisés Reches


Acabo de cambiar el aparato telefónico.

En la casa de mi infancia,
adonde he vuelto a vivir con mujer e hijos.

Desconectado, entre tornillos y pedazos de cable,
el aparato viejo parece esperar en la mesa del comedor
a que se proceda con él a un baño ritual.

Y ahí se está, como resto de un antiguo naufragio
que ha vuelto a tierra firme y se ha puesto a secar:
pierde su envoltura de cosa de humano
en el breve rato que necesita cualquier objeto depositado por el mar
para secarse de siglos de errar sumergido.

Muy pronto me parece que podría vacilar en decir para qué sirve,
qué fue, si es algo que ya estaba en la casa o si lo acaban de traer,
cuando durante cuarenta años por él llegaban y salían voces
que tejieron la historia de un continente perdido en el que yo fui hijo,
y mis propios dedos pequeños giraban su disco para llamar a mis amigos de pantalón corto.

Muchas de las escenas centrales de la historia de mi primera familia
se constituyeron a su alrededor y al cabo de un rato se disgregaron,
¡en este caleidoscopio donde cada pedacito de papel es un ser humano!

Por él se anunciaron nacimientos de seres
que muy pronto iban a decidir exponer sus pechos a las balas de la tierra.
Por él un día mi madre oyó después de cincuenta años
la voz de su hermano soviético que acababa de llegar a Israel
mientras en otra pieza esperaban su turno de hablar tías y tíos.
-Al volver a la pieza cada uno debía transmitir con la mayor fidelidad
las pocas palabras dichas por el hermano mayor
que se había quedado en Moscú porque ya era un hombre y optaba por guerrear
mientras el padre rabino y la madre cuyo vientre había diez veces a luz
decidían emigrar con todos los hijos que pudieran-.
Por él nos felicitaban por casamientos,
-por el de mi hermano primero, por el mío después-.
En los días que precedieron al de mi hermano,
recuerdo las llamadas a la modista, a la confitería, a todo lo que se alquilaba.
Por él dije mis primeras palabras de amor.
Él ocultó el temblor, el enrojecimiento, el rostro demudado
y sólo dejó pasar las palabras casi puras.
Por él mi padre anunció la muerte de mi hermano
después de arrancar su tubo de las manos de mi madre
para abreviar un llamado que los sollozos de mamá rota para siempre
podían prolongar hasta la exasperación.
Por él llamé y me llamaron amigos para decirnos, sin disculpas ni preámbulos,
poemas recién terminados o un verso que acabábamos de modificar en algo,
en días en que no dudábamos, -¡y con cuánta razón entonces!-
de la incondicional disponibilidad del otro,
de que al otro ese poema anunciado o ese verso imperfecto
lo habían mantenido en vilo con tanta intensidad como a uno mismo.
Por él circularon conversaciones clandestinas
con sus circunlocuciones y sus claves.
Las de mi hermano comunista primero, y luego,
muchos años más tarde, las de yo mismo comunista.

Finalmente, de los cuatro, fui yo quien lo desconectó.

Aunque el balance final de sus días entre nosotros no fue bueno,
lo guardo con respeto junto a las herramientas en la oscuridad de un placard.

Al depositarlo, roza levemente un obstáculo y vuelve a sonar su campanilla.

No descubro razones para que yo quiera sacarlo alguna vez de donde está,
pero me digo que las manos que un día lo hagan
no tendrán motivo para actuar con extrema delicadeza
y la campanilla sonará de nuevo.

Porque él reserva gotas de sonido para cuando yo mismo ya no esté.



("otra iglesia es imposible")

viernes, 7 de diciembre de 2018

César Moro (1903/1956 )

Nosotros


Nosotros que no tenemos iglesia ni patria
Nosotros que desertamos del ejército del mundo
Nosotros a quien el amor rechaza
Nosotros que velamos la noche

Llegada la hora de tornar los ojos
Te llamaba en vano amor
He vivido en la mentira
He alimentado la hiel
Pero todo estaría por recomenzar
Y yo diría todavía vivir

Por haberte amado
Lloro sin remedio
Por haberte amado
Pero te amo todavía


("praderas temporarias", trad. reynaldo jiménez, coed. libros magenta-sría. cultura, méxico, 2017)

jueves, 6 de diciembre de 2018

Ángel González (1925/2008 )

A veces



Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más en ocasiones.

Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
¡no pasa nada!

Lo expresaba muy bien César Vallejo:
“Lo digo y no me corro”.

Pero él disimulaba.



("zendalibros")

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Margaret Atwood (1939 )

El hombre que existió



En el campo con nieve va abriendo mi marido
una X, concepto definido ante un vacío;
se aleja hasta que queda
oculto por el bosque.

Cuando ya no lo veo,
en qué se ha convertido
qué otra forma
se mezcla en la
maleza, vacila por los charcos
se esconde de la alerta
presencia de animales de la ciénaga

Volverá
al mediodía; o puede que la idea
que tengo yo de él
sea lo que me encuentre de regreso
y con él amparándose tras ella.

Puede que me transforme a mí también
si llega con los ojos del zorro o los del búho
o con los ocho
ojos de la araña

No puedo imaginarme
qué verá

cuando abra la puerta.


("zenda libros",s/c al trad.)

martes, 4 de diciembre de 2018

Cesare Pavese (1908/1950 )

Celos




1

Uno se sienta de frente y se vacían los primeros vasos
lentamente, contemplando fijamente al rival con adversa mirada.
Después se espera el borboteo del vino. Se mira al vacío,
Bromeando. Si tiemblan todavía los músculos,
también le tiemblan al rival. Hay que esforzarse
para no beber de un trago y embriagarse de golpe.

Allende el bosque, se oye el bailable y se ven faroles
bamboleantes -sólo han quedado mujeres
en el entarimado. El bofetón asestado a la rubia
congregó a todo el mundo para regodearse con el lance.
Los rivales notaban en la boca un gusto de rabia
y de sangre; ahora notan el gusto del vino.
Para liarse a golpes, es preciso estar solos,
como para hacer el amor, pero siempre está la noche.

En el entarimado, los faroles de papel y las mujeres
no están quietos con el aire fresco. La rubia, nerviosa,
se sienta e intenta reír, pero se imagina un prado
en que los dos contienden y se desangran.
Les ha oído vocear más allá de la vegetación.
Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres
pasea en círculo; alguna que otra rodea a la rubia
y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.

Para liarse a golpes es preciso estar solos.
Entre los compañeros siempre hay alguno que charla
y es objeto de bromas. La porfía del vino
ni siquiera es un desahogo: uno nota la rabia
borboteando en el eructo y quemando el gaznate.
El rival, más sosegado, ase el vaso
y lo apura sin interrupción. Ha trasegado un litro
y acomete el segundo. El calor de la sangre,
al igual que una estufa, seca pronto los vasos.
Los compañeros en derredor tienen rostros lívidos
y oscilantes, las voces apenas se oyen.
Se busca el vaso y no está. Por esta noche
-incluso venciendo- la rubia regresa sola a casa.


("zendalibros", s/c al traductor)

domingo, 2 de diciembre de 2018

Uriel Martínez (1950 )

La repisa



Me encargaron una repisa de roble
para la semana venidera;
he ideado un modelo barroco
que representa el fin del mundo.

Según el modelo esbozado
oralmente, en ese nicho de madera
se colocará una criatura
que exprese el miedo en ojos infantes.

De momento ignoro si sobre ese
objeto se colocará una virgen,
un santo, un alado, una pira
de brazos extendidos o una flama.

No me ha resultado fácil
idearla con tan pocos elementos;
así suelta,sin cabeza ni pies,
ni yo mismo; ni concebirla.

Esperaré que amaine la tolvanera
de imágenes que bullen dentro de mí
para partir de unos cuantos elementos
primarios: fuego, agua, tierra, viento.

Los elementales con los que concebiré este
infierno, esta condena.



[Inédito]