sábado, 30 de mayo de 2020

Uriel Martínez (1950 )




                                                                        mercadolibre



Fase 3 (parte 7)



1.
Néstor me confía su sueño de llegar a los setenta años de edad. Escalera a la cual yo he ascendido hace horas. Desgraciadamente hace un lustro fue diagnosticado de un síndrome escandinavo o bávaro y a una frase atroz: "estás desahuciado", le dijeron los especialistas consultados a propósito de una deficiencia hereditaria, de un defecto de fábrica. Y aunque lleva un régimen médico riguroso, unas desmañanadas para asistir puntual a la cita, el emplazamiento a muerte le ha obligado a saborear el día a día, a abrirse paso en su camino con machete firme con que desbroza yerba silvestre y animales de mal agüero.

2.
Como es tiempo de disfrutar la cuarentena por la pandemia y cerrar el ciclo de sesenta días enclaustrados, antes de la siesta recuerdo la aparición del VIH-Sida; evoco la relación que fui (fuimos) elaborando de los amigos caídos y olvidados al paso de décadas, lustros, años y oscuros días de aquella pandemia vuelta vendaval sombrío. Evoco los días de dudas, temores, de ayunos carnales que me (nos) obligaron a cambiar conductas, procederes, fórmulas y cortesías. Veo luego el interminable cementerio de cruces por donde seguí (seguimos) desbrozando la vida, la vocación, los libros, la literatura; los días contados, los años vividos.

3.
¿Para qué hacer planes a futuro, para qué soñar llegar a la ancianidad, a los achaques, a las lagunas mentales inevitables, al Parkinson, al Alzheimer, a los trastornos de próstata?, le cuestiono a Néstor, diagnosticado del "síndrome de Eisemenger"? (* )- "Mejor el aquí que el futuro hipotético, el quién sabe del después. Cierto, hubo un Antes de Cristo (a.C.) pero ¿vendrá un d.C.? y en qué condiciones lo viviremos, en qué circunstancias, habrá cupo en los asilos, en los hostales, en las estaciones de trenes olvidadas; en qué set, en qué locación ficticia nos acomodarían; en qué iglesia de cual cristo nos harían el último exorcismo. Cuántas fosas comunes pueden estarte esperando, me pregunto antes de dejarme ir en el tobogán de media tarde.

4.
Pronto se cumplirá una década del fallecimiento de mi sobrino A. La última vez que lo vi ya era esqueleto y pellejo, después de haber sido un chico rechoncho. Su madre me contó el recorrido que hizo del consultorio del alópata al homeópata, del diagnóstico de la doctora al dictamen del médico;  del yerbero al chamán. A todos les pidió -sin ella admitirlo-, que le mintieran, que la engañaran, que le dijeran que A. se iba a salvar. Lloraba al contarlo, lloraba al escucharlos; no sabía qué hacer con el peso de la sentencia: le quemaba en los oídos, le espantaba saberlo, no quería admitirlo.

Pasaron años para conocer los antecedentes del mal del sobrino consentido. Antes de morir a los 24 años fue "enganchado" por un narcomenudista, quien lo inició en el consumo de drogas duras, quizá cocaína, crystal o piedra. Ya "iniciado", ya narcodependiente, su nuevo patrón lo puso a trabajar en la venta de la mercancía: el rechoncho simulaba lavar un coche afuera de la casa del jefe. Ahí, A. vendía a los jóvenes del barrio y de la colonia y de la ciudad lo que necesitaban. Etcétera. Cuando su madre le preguntaba en qué ocupaba el tiempo, mi sobrino le mentía: "Trabajo en una pollería". Hasta que se infectó con una aguja hipodérmica contaminada, quizá, de aids. Fue perdiendo peso irreversiblemente hasta tomar el semblante cadavérico que le aprecié en la última visita a su casa. Le dejé un reloj de pulsera y una cantidad equis de dinero "para medicinas", le aclaré. Murió al mes. No fui ni al velorio ni le acompañé al cementerio. Y ahora me domina el pánico por el Covid19; me olvido de episodios dolorosos y de la pandemia desatada -quizá- hace más de tres décadas: el narcotráfico.

Esto aquí expuesto se lo narro a mi amigo Orlando, quien es padre de un chico de 14 años consumidor de "piedra", joven actualmente internado en un centro de rehabilitación. Para el internamiento habló con su mujer y con el chico, quienes estuvieron de acuerdo en la reclusión. Cada semana eroga quinientos pesos para la atención y espera fervientemente que pronto lo den de alta. Si más adelante recae, esa ya será otra historia.

5.
Si un día inicia la "nueva normalidad", ¿significa que volveremos a la rutina de los hombres decapitados, a los cuerpos destazados y embolsados, a las llamadas a casa de extorsión, a los secuestros express, a los asaltos en camiones foráneos y al robo en combis de traslados colectivos, a los raptos de menores de edad de ambos sexos, a los feminicidios, a las violaciones, a los allanamientos de morada, a las "mordidas" de parte de las fuerzas públicas de seguridad, a las multas injustas, a los fraudes de cuello blanco, a los delitos electorales, a los narcomenudistas y puchadores, a la prostitución y trata de blancas menores de edad, a los incrementos periódicos de impuestos de todo tipo, a las caídas del sistema en tiempos de elecciones, a las Fake News de los diarios de derecha, centro e izquierda, a la reelección de Donald Trump, al regreso al poder del PRI-PAN y partidos morralla satélites, al "redondeo" de las tienditas de la esquina tipo "Seven Eleven" y oxxo, a los planes funerarios de aquí y allá; al reload de Televisa, Tv-Azteca y sus programas matutinos de cómicos patéticos...?

-Es probable que sí.

                                                                                      Dogville, mayo 2020, año de la Pandemia.


 (*)  "Es un trastorno que afecta el flujo de sangre del corazón a los pulmones en algunas personas que nacieron con problemas estructurales del corazón. Medlineplus.

jueves, 28 de mayo de 2020

Antonio Gamoneda (1931 )

El vigilante de la nieve



Vigilaba la serenidad adherida a las sombras, los círculos donde se
depositan flores abrasadas, la inclinación de los sarmientos.

Algunas tardes, su mano incomprensible nos conducía al lugar sin
nombre, a la melancolía de las herramientas abandonadas.

Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas y adiestraba a los
pájaros en la canción de la ira: el arroyo claro para la hija
dulcemente imbécil; el agua azul para la mujer sin esperanza, la que
olía a vértigo y a luz, sola en el albañal entre banderas blancas,
fría bajo la sarga y los párpados ya amarillos de amor.

Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza y
sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto entre las
sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía entrar las sombras

en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda.



("trianarts")

martes, 26 de mayo de 2020

Renato Leduc (1897/1986 )

                                                                                mxcity



Euclidiana



Por el vértice unidos, con ardor incidente
sobre el rombo impasible de un tapete de Persia,
cuatro muslos albeantes, epilépticamente,
sufren raptos de fiebre y colapsos de inercia.

Cuatro senos que quieren devenir dos esferas
en el límite absurdo de un espasmo carnal;
y el isócrono ritmo de las cuatro caderas
engendrando los ejes de una blanda espiral...

Lasitud nacarada, la penumbra estiliza
dos mujeres yacentes: coordenada y abcisa
con los cuerpos formando pitagórica cruz

Y en la suma inexacta de las hembras en celo
las pupilas resaltan cuatro flechas de anhelo,
cuatro hipérbolas rubias saturadas de luz...



("prometeo, la odisea y euclidiana", ed. diana, méxico, 1979)

domingo, 24 de mayo de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                         medlineplus




Fase 3 (parte 6)



1.
Ese herpes labial apareció esta tarde, quizá en el transcurso de la siesta. Aventuro suposiciones:
a) ¿Obedeció al salir bajo el sol de mediodía rumbo al cajero automático a pagar el consumo de energía eléctrica?
b) ¿Es producto del confinamiento forzado, impuesto social e individualmente?
c) ¿Surgió a raíz de la ausencia de otra piel, otro tacto, otro calor, otro olor, otro cuerpo en mi cuerpo, cerca o dentro de mis sueños?
d) ¿Lo desencadenó el beso plasmado en el espejo del baño de ayer; o es producto del desaseo de este día de mayo?
e ) Mañana temprano, al rozarme con el índice esa pequeña llaga casi imperceptible e incómoda, supurará; será permanente?

No lo sé. Hace años que no me brotaba uno; pero no me quitará el sueño tenerlo ahí, expuesto junto al tatuaje de tu nombre, como maldición inaudible.



(Inédito)

viernes, 22 de mayo de 2020

Ofelia Zepeda (1952 )


 Presentación de la danza del venado



Pregunta: ¿Puedes hablarnos acerca de lo que él lleva puesto?
Bueno, los cascos representan los cascos del ciervo,
el pañuelo rojo representa las flores que comió,
el chal, la piel.
Los capullos hacen el sonido del venado caminando sobre hojas y hierba.
Escucha.
Pregunta: ¿Qué es lo que late?
Un tambor de calabaza. El tambor representa el latido del corazón del venado.
Escucha.
Cuando el tambor late, trae el ciervo a la vida.
Creemos que el agua en la que reposa el tambor es santa. Es la vida.
Adelante, tócala.
Bendícete con ella.
Es santa. Ahora estás a salvo.
Pregunta: ¿Cómo el niño se vuelve bailarín?
Sólo lo sabe. Su madre dijo que él tenía sueños cuando sólo era un niñito.
Ya sabes lo que pasa. Simplemente lo tenía en él.
Entonces empezó a trabajar con los más ancianos, quienes le enseñaron a bailar.
Hizo muchos sacrificios por su baile aunque fuera sólo un niño.
Las personas coinciden: "Sí, puedes verlo en su cara."
Pregunta: ¿Qué hacen con el dinero que les lanzamos?
Oh, sólo lo reparten entre los cantantes y el bailarín.
Probablemente llevarán al niño a McDonald’s, por hamburguesa y papitas.
Los hombres se tomarán una cerveza probablemente.
Hoy hace calor, sabes.



Proclamación




El hijo de Cuk es una historia.
Tucson es una alternativa lingüística.
La historia está en muchas lenguas
que aún se escuchan aquí
en las Montañas Negras.
Están en el eco de lo perdido, lenguas olvidadas
escuchadas aquí incluso antes de que llegara la gente.

La verdadera historia de este lugar
recuerda la gente caminando
desiertos su vida entera y
continuando hoy, aunque sólo
en sus sueños.
La verdadera historia suena
en sus pasos en un
lugar tan silencioso, que pueden oír
la sangre fluir
por sus venas.
Sus historias dan forma a las
montañas que rodean este lugar.
Wa:k* es la historia de los
recuerdos del agua de este desierto.

Ciudadanos gravitan en torno al Cañón Sabino.
El canturreo, el zumbido, el repiqueteo de la vida acuática,
el milagro de arroyos del desierto
sobre rocas lisas.
Las piedras, sedimentos más viejos que la vida misma
sirven como recordatorios.
Debería ser innecesario que notas adhesivas
nos recordaran qué lugar es un desierto.
Un lugar depende de lluvias de verano,
ligeras capas de nieve,
la rareza de lechos secos como ríos rebeldes.
Es la verdadera gente del desierto la que alza
sus rostros con los primeros signos de humedad.
Saben cómo inhalar apropiadamente.
Reconocen el aroma de la creosota en la distancia.
Liberado el ciclo empieza de nuevo.
Estas personas son dignas de alabanza.

Son otros quienes lamentan el calor de
un día de junio, simultáneamente
encontrando orgullo en sobrevivir
el calor -un calor seco.
Estos individuos deberían simplemente
ser tolerados.

Contrario a quienes se mueven
desde un ambiente con aire acondicionado
a otro, nunca reconociendo el calor del verano.
Ser agradecidos con noviembre, cuando
las temperaturas caen por debajo de los treinta,
quejándose de la falta de estaciones en el desierto,
dirigiéndose a las montañas
para ver colores--
de estas personas, bueno ¿qué podemos decir?
Debemos tenerle lástima a los perros de Tucson.
Que ladran como si pertenecieran a alguien y
que, antes de la lluvia, desean ser de un color diferente al negro.

* Wa:k es el nombre del lugar O'odham, marcando la referencia a las fuentes de agua naturales. Wa: k es también el lugar de San Xavier del Bac, cerca de Tucson.



("world poetry movement", traducción de león blanco)

miércoles, 20 de mayo de 2020

José Watanabe (1945/2007 )


                                                                     rep-el país




La tentación en  el desierto



Los pastores de cabras
       que cruzan el desierto
siguiendo largos caminos invisibles
te miran compasivos. Adivinan
que en tu quietud, recostado en la roca,
        mientras ninguna hora avanza,
desmoronas igual que el sol a las piedras
        las palabras del mal.

Cuando regresen de sus valles de pastura
                       (en la aridez
sonará como agua la alegría
de los cencerros) ya no estarás. Sólo hallarán
en la roca
la huella de tu espalda
                        negra,
como si hubieras ardido.



("el desierto nunca se acaba", textofilia, méxico, 2013)

martes, 19 de mayo de 2020

Guillermo Fernández (1932/2012 )

Homeopático


En la colina
diez piedras blancas
Rebaño que dormita


Espejo


En tu espalda desnuda
se ha quedado dormida
la otra faz de la luna


Telegrama


Esta melancolía
ha perdido el plumaje
sobre los postes negros
de la telegrafía.



("el reino de los ojos", ediciones papel de envolver, col. luna hiena, uv, xalapa, ver., méx., 1983)

domingo, 17 de mayo de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                        wikctionario




Fase 3 (parte 5)


I. Hace cuántos veranos dejé de escuchar el llanto del afilador de tijeras y cuchillos que pasaba por las calles y ventanas de mi infancia; hace cuántos días de lluvia que cesó su fado secreto en mis oídos, en mi resuello de cuerdas, pelotas y sonajas.

Escucharlo a él y su silbato era adormecerme con los dedos maternales pasando y repasando en el pelo las imágenes previas y posteriores al sueño; era dejarme ir poco a poco bajo las gotas de lluvia en techos y tejados, en cristales opacos.

Era un consuelo regresar del sueño y encontrarme solo en una pieza sola; era un consuelo escuchar al afilador de cuchillos y tijeras antes de dar vuelta en la esquina ofreciendo su caramillo como quien llama al sueño, a la lluvia un día de un mayo cualquiera.

II.
Salgo a la calle con cubrebocas que me alcanza hasta la nariz, voy en busca de gel antibacterial y flores para los muertos que vengan en camino -de esos muertos que se van de pronto y sin avisar-, de esos que parten sin despedirse como quienes se van hartos de la vida vivida, de las restricciones impuestas social y culturalmente. Quizá se fueron hartos de todo y de nada. Antes de llegar al Mercado de Flores veo el expendio de brandy, tequila y mezcal abierto. "Abrimos de once a 14 horas por un horario impuesto", me dice el comerciante, quien disminuyó las horas de atención al público pese a que el "Alcoholismo no es un Vicio, es una Enfermedad", dicen sicólogos y médicos. Entonces un comercio como este atiende a enfermos, igual que farmacia, botica u hospital. La prueba llega en seguida: un cliente de edad avanzada -cerca de setenta años, estimo-, pide una botella de alcohol de 96 grados. Le extienden un envase de plástico de 250 mililitros. Paga y sale. Compro una cajetilla de cigarros LyM y me despido.
   
Llego a la Plazuela del Vivac. Observo pequeños negocios que ya han abierto, no sé si en horario restringido como la vinatería de Mario, de donde vengo. Tomo asiento en la jardinera más cercana. Enciendo un tabaco. Cerca de mí, aparece el señor con el que coincidí en la vinatería. Veo que saca el "cuartito" de alcohol de 96 grados "desnaturalizado". Lo destapa. Se baja el cubrebocas hasta la barbilla antes de inhalar el gollete de plástico por la fosa nasal izquierda. Enrosca de nuevo la botella y la guarda antes de acomodarse de nuevo el aditamento azul de moda por la contingencia desatada por el Covid19. Se levanta y prosigue su camino.

Cuando vi que inhalaba el alcohol recordé otra escena presenciada tiempo atrás. Era un domingo. El Prieto me invitó a acompañarlo a beber una cerveza a uno de las pocas fondas abiertas a esas horas de la noche. Detuvo el coche cuando llegamos. Descendimos. Se acercó a él un chico quizá estragado por el consumo de solventes industriales. Quería dinero y le extendió la mano a mi amigo El Prieto, esperando con la esperanza propia de los desvalidos. En lugar de las monedas, mi amigo el policía abrió el tapón de gasolina del coche y le ofreció al otro: "Llégale a tu vicio". Como animal a punto de la deshidratación el chico se hincó e inhaló e inhaló.

Pero el cliente de este día -con quien coincidí en el negocio de Mario-. pienso, huele el alcohol "desnaturalizado" con la intención, acaso, de exterminar los virus que han invadido a Dogville y ya se han cobrado más de cien vidas en menos de dos meses de cuarentena. Puede ser, reflexiono camino al Mercado de Flores, donde encuentro también gel antibacterial para una untada.

III.
Un mes antes del "toque de queda" impuesto social y culturalmente -marzo 2020-, mientras limpiaba la mesa donde desayuna un hermano de mi padre (rip), tengo una revelación: le brindo a mi consanguíneo las atenciones que no tuve ocasión de ofrecerle a papá -mi padre falleció siendo yo niño-; esta acción tan cotidiana explica mis visitas frecuentes -vivo en otra ciudad- para verlo y atenderlo así sea sólo un fin de semana y pernoctar en su casa. Esta variante de epifanía me ayuda a explicarme el amor con que el anfitrión recibe al huésped en casa.

IV.
Estoy en casa. Tomo de la hielera dos naranjas y una manzana. Cuando las coloco en la tarraja para lavarlas antes de partirlas -me percato-, lo hago con la intensidad y el cuidado que se aplica al asear las extremidades delicadas de una criatura de meses de nacida: con el cuidado que se aplica a un objeto de cristal frágil, quebradizo; consciente de los riesgos posibles. Luego las divido con cuchillo en cuatro partes; les retiro las semillas; exprimo las naranjas y echo el jugo y los trozos de manzana a la licuadora; agrego avena y muelo. Mientras anoto este apunte, me percato: la cuarentena del Covid19 tiene una faceta desconocida.


(Inédito)

viernes, 15 de mayo de 2020

Fayad Jamis (1930/1988 )


                                                                    cubapoesia



Por una bufanda perdida




                                                    a andrés simor

Aquella bufanda color de oro viejo
que me había acompañado a vivir durante tres años
la miseria la gloria de la luz el amor
la soledad de las calles estrechas como ataúdes
y todos los instantes que el agua va grabando con líneas verdosas
en la frente de las estatuas

Aquella bufanda color oro viejo comprada en la bruma de Génova
(quinientas liras a la entrada de Europa)
bufanda bandera de libertad bandera de poesía
en un mundo de piedras gastadas en que el hombre
dolorosamente
trata de renovarse sin cesar
para no envejecer
para no morir

Aquella bufanda color de perro de la rue Viconti
(esa calle en que siempre está nevando o lloviendo)
acabo de perderla se ha quedado allá atrás
con un poco de mi juventud
ahora que la humedad habita los muros
y que la noche crece bajo los abrigos
con el temblor helado de las ramas.



("cubapoesia")

miércoles, 13 de mayo de 2020

Luis Hernández Camarero (1941/1977 )

Abel, Abel, qué hiciste de tu hermano




Abel, Abel, qué hiciste de tu hermano,
Di, qué hiciste,
Con el talo de tu cuerpo siempre pito
Las sandalias lustradas y tus veinte.

No mirabas las ubres de las vacas
Ni el coloquio escondido de tus perros,
Sólo el humo de tu ofrenda que ascendía
Como ascienden las moscas hacia el cielo.

Sin embargo
Yo he visto a tu hermano y lo conozco
Persiguiendo la cólera entre vainas
Entre campos de trigo
Con los sucios vapores de su llanto
Reposando en la tierra
Como pronos cadáveres sin deudos
Dime entonces qué hiciste
Hoy que yace tu hermano tan al Este.
Tú que nunca pensaste que para otro
Era duro de roer el Paraíso.



("revista altazor")

martes, 12 de mayo de 2020

Mia Couto (1955 )

El amor, mi amor




Nuestro amor es impuro
como impura es la luz y el agua
y todo lo que nace
y vive más allá del tiempo.

Mis piernas son agua,
las tuyas son luz
y le dan la vuelta al universo
cuando se enlazan
hasta que se vuelven desierto y oscuridad.

Y yo sufro al abrazarte
después de abrazarte para no sufrir.

Y te toco
para que dejes de tener cuerpo
y mi cuerpo nace
cuando se extingue en el tuyo.

Y respiro en ti
para sofocarme
y espío en tu claridad
para cegarme,
mi Sol vertido en la Luna,
mi noche amanecida.

Tú me bebes
y yo me convierto en tu sed.
Mis labios muerden,
mis dientes besan,
mi piel te viste
y permaneces aún más desnuda.

Si yo pudiese ser tú
Y en tu saudade ser mi propia espera.

Pero yo me echo en tu lecho
Cuando solo quería dormir en ti.

Y te sueño
Cuando ansiaba ser un sueño tuyo.

Y levito, vuelo como semilla,
para en mí mismo plantarte
no tanto como una flor: simple perfume.

Recuerdo de pétalo sin suelo donde caer.
Tus ojos inundando los míos
y mi vida, ya sin lecho,
va sorteando márgenes
hasta que todo es mar.
Ese mar que solo hay después del mar.



("afribuku", trad. alejandro de los santos)

lunes, 11 de mayo de 2020

Juan Gelman (1930/2014 )

Otro mayo




cuando pasabas con tu otoño a cuestas
mayo por mi ventana
y hacías señales con la luz
de las hojas finales
¿qué me querías decir mayo?
¿porqué eras triste o dulce en tu tristeza?
nunca lo supe pero siempre
había un hombre solo entre los oros de la calle

pero yo era ese niño
detrás de la ventana
cuando pasabas mayo
como abrigándome los ojos

y el hombre sería yo
ahora que recuerdo.



("trianarts")

sábado, 9 de mayo de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                           librotea



Fase 3 (parte 4)


1.

Cuando un murciélago llega a una ventana un verano de noche calurosa, observa desde el lugar en que se posa a quienes duermen. La ventana está abierta; recorre los cuerpos de quienes duermen, trémulo, sin prisa y con mirada de conocedor. Cuando escoge el cuello descubierto de un inocente, se detiene en la vena cava superior, siempre latente, virgen, latente de vida. Y ataca.

2.
"Una delgada columna de sangre desciende desde una bolsa de polietileno hasta la vena mayor de mi mano. ¿Qué otro corazón la impulsaba antes, qué otro corazón más vigoroso y espléndido que el mío, lento y trémulo? Esta sangre que me reconforta  es anónima, puede ser de cualquiera. Yo voy (o iba) y no quiero una deuda sospechada en todos los hombres. ¿Cuál es el nombre de mi dador? A ese solo y preciso hombre le debo agradecimiento. Sin embargo, la sangre que está entrando en mi cuerpo me corrige, Habla, sin retórica, de una fraternidad más vasta. Dice que viene de parte de todos, que la reciba como envío de la especie."

                                                                                                                                        josé watanabe
                                                                                                                                        el envío

3.
Son las 18 horas. Dentro de poco habrá oscurecido, gradualmente bajará la temperatura, conforme llega la noche y conforme sopla más viento. He cruzado el arco que inicia antes del amanecer y concluye pasadas las 22 horas. En ese trayecto de A a B preparé un vaso de naranja y agua, manzana y avena, que revueltos me dieron un brebaje de vitaminas para beberlo con seis obleas, cápsulas y grageas para inducirme a un martes menos gris, menos monótono, menos parecido a un último encierro, a un suspiro de felicidad. ¿Lo alcancé, llegué sin percatarme al nirvana, llegué a la meta, al fin de la cuarentena? No lo sé, soy distraído, abro ya un libro, ya otro; voy y vengo de la sala a la habitación principal, del cuarto de aseo a la recámara de los niños abandonados, del balcón a la cocina, del brocal del mundo a la planicie de nadie. La vida no termina aquí.

4.
Llevo cincuenta días de aislamiento en obediencia a la pandemia que en Guayaquil se cobró deudas pendientes que fui dejando a lo largo del camino. Cuerpos yertos en las calles, seres que abdicaron como árboles de corteza seca, de raíz estéril. Ataúdes de cartón improvisados ante el acelerado fenómeno letal; colchones y camas en llamas, huérfanos violentados por la realidad que los rebasó.
   En mí, a dos meses de encierro, me rebasan los días transcurridos: medio sueño lo paso en el sofá de la sala y el otro medio en la cama; he perdido el punto medio de reposo; sin darme cabal cuenta he abandonado la disciplina del aseo diario, empiezo a parecerme a Simón del Desierto, sobre una columna llamo a la enfermedad, covid19. Sé que en la hora menos imaginada recobraré la zozobra. Nadie vendrá en mi auxilio.
   Hago a un lado la lectura de 648 páginas, de las cuales he avanzado 181; retomo la lectura de José Watanabe, busco el poemario de Marcela Olavarrieta o de Rocío González, abro el poemario de Alfredo Fressia que guardo en el escritorio de la PC, busco un poema manuscrito olvidado en la libreta de bolsillo. Pero no hallo nada. No encuentro reposo, el punto medio de mi centro, la brújula de este mediodía. De pronto, en la distancia, veo a Hans Castorp y su expresión de asombro porque se ha enterado que padece tuberculosis, sabe que ya no podrá abandonar el hospital en donde se encuentra de visita; que su aislamiento, quizá, no tenga fin. El recuerdo me consuela.

Alfredo Fressia (1948 )

 El poeta




En tierra árida
habrá un tronco enterrado.
Será el poeta.
Poeta en ruta.
¿Quién persigue y qué huye?
Verso horizonte
Brotes hinchados.
El poeta no crece
en tierra fértil.



("la mar en medio", pdf)

viernes, 8 de mayo de 2020

Denise Levertov (1923/1997 )

Hablándole al dolor




Ah, dolor, no debería tratarte como a un perro de la calle
que viene hasta la puerta de atrás
buscado unas cáscaras, un hueso pelado.
Debería confiar en ti.

Debería persuadirte
de que entres en casa y asignarte
tu propio rincón,
una alfombra vieja para que te eches,
un cuenco de agua.

Crees que no sé que estuviste viviendo
bajo el porche.
Deseas que tu verdadero lugar esté listo
antes de que llegue el invierno. Necesitas
un nombre,
un collar y una placa. Necesitas
el derecho a advertir a los intrusos,
a considerar
mi casa como tuya,
mi persona como tuya
y a ti mismo, mi perro.



("zumo de poesía", s/c al traductor)

miércoles, 6 de mayo de 2020

José Watanabe (1945/2007 )





El fósil



La vida en ti fue un pez de 20 centímetros.

Tu remoto latido, hoy petrificado,

vive ahora en mi cuerpo

                tan inverosímil como el tuyo.



Tú ya no puedes mirarte ni mirarme, no sabes

lo extraño que es ser pez u hombre.

Somos, te digo, inverosímiles, caprichos

de una mente delirante

que cuaja infinitas e insensatas formas en el mar

                        y la tierra.



El ruido alegre de los niños en el museo

que se empinan a mirar otros fósiles

interrumpe mi habitual pesimismo,

               y me enternece:

después de todo, pescadito,

               tal vez alguna razón existe.



("eterna cadencia", texto y foto)

lunes, 4 de mayo de 2020

Arthur Rimbaud (1854/1891 )

Oración de la tarde




Vivo sentado como un ángel en manos de un barbero,
empuñando un chop de gruesas caladuras,
el hipogastrio y el cuello arqueados, una Gambier
entre los dientes, en el aire henchido de impalpables velámenes.

Como los excrementos cálidos de un viejo palomar,
mil sueños dejan en mí dulces quemaduras,
por momentos mi corazón es triste como un alburno
que sangra sobre el sombrío oro joven de los colores.

Después, cuando he tragado mis sueños uno a uno,
habiéndome tomado treinta o cuarenta chops, doy media vuelta
y me retiro para hacer las acres necesidades:

dulce como el señor del cedro y los hisopos,
muy alto y lejos meo, hacia los cielos brunos,
con la aprobación de los grandes heliotropos.



("razones locas", s/c al traductor)

sábado, 2 de mayo de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                        a. durero




Tengo los ojos



Tengo los ojos de mi padre
que en abanico desplegaban el cielo
como un firmamento tachonado
de copos fríos, de lunares como
noches.
Tengo los labios de mi madre
que en noches recónditas musitaban
una oración, una llave para abrir
cauce al silencio.
Tengo las manos del abuelo
entre mis dedos, como un tejido
inconcluso, un modo de decir
estoy solo y me harto
de mi hambre.
Tengo entre mis planes
planear otra oración
y musitarla de noche
luego que la oscuridad acampe.

                                                   4 marzo 98



("revista equis", número 8, diciembre 1998, cdmx)

viernes, 1 de mayo de 2020

Maria do Rosário Pedreira (1959 )

Nómada



 Se sentó en el puerto y mostró a quienes lo escuchaban
su cuaderno de bitácora.
Había conocido las montañas heladas del norte y atravesado de noche
bosques blancos y densos, acosado por los osos. Había cruzado
ciudades luminosas donde las mujeres tenían el cabello rubio,
pero nadie hablaba su idioma; y se había dejado arrastrar
por los vientos hasta las playas calientes del sur donde se atavió
de piel morena y ojos verdes. Después

se instaló provisionalmente en las ruinas de un viejo continente
donde fue monje, amante, hombre letrado, y enseñó a jóvenes
de un claustro blanco los rudimentos de la lectura. Y, al fin,
partió para un lugar apartado del mundo,
donde lo tomaron por el último marinero y lo persiguieron.

Había perdido a dios en su camino y había vuelto atrás.

Había entre sus recuerdos una pequeña herida en la voz:
en ningún lugar había hallado aún el nombre de su casa.



("horizonte índigo", trad. nuria p. serrano)