jueves, 29 de noviembre de 2018

Fernando del Paso (1935/2018 )

A manera de haikai


El mar se agota,
cuando se esconde, entero,
en una gota.

Al mar no le da pena
revolcarse en la arena

y hacerse nudo
con la verga del río
negro y desnudo.


("poeMar", ed. fce, méxico, 2015

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Wislawa Szymborska (1923/2012 )

Estoy demasiado cerca



Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
Entre las raíces arbóreas. Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
Sin mí gritando socorro. Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. Él duerme,
en este momento, más al alcance de la cajera de un circo
ambulante con un solo león, vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. Estoy demasiado cerca,
para caer del cielo. Mi grito
sólo podría despertarle. Pobre,
limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. Y tenía
el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, para su recuento,
Se han sentado ángeles caídos.



("zendalibros",trad de elzbieta borkiewicz)

martes, 27 de noviembre de 2018

Rodolfo Häsler (1958 )

Diario de la urraca


Página cinco: viernes. Rua Aurora

                                                                   para alfredo fressia

Cruzando la rua Aurora mira hacia atrás. Cómo menciona
rua Aurora, cómo se atreve si nada le pertenece. Es el inicio
de una transformación, el rufián es codiciado por un puñado
de paseantes, es un incendio, un fuego que se acerca,
un pálpito, una diadema. Ordena su melena frente al cristal,
al borde del abismo, no sabes si el reflejo es real
o una puerta imaginada. No sabes si volver, si lo deseas,
no en vano fuiste alguien, abrazado, lamiendo las manos,
atravesando la calle. Eres la decadencia,
la buscas, adoras lo que un hada te cuenta,
las cuerdas de un arpa que festeja el delirio.
Dejas la rua Aurora y piensas en el poeta, su obra
encerrada en el agua, encantado en un verso,
mientras huyes, te vas, con su contenido.


("espacio luke")

lunes, 26 de noviembre de 2018

Ana Blandiana (1942 )

¿Recuerdas la playa?



¿Recuerdas la playa

revestida de cristales amargos

sobre los que

no podíamos caminar descalzos?

¿El modo en que

mirabas el mar

y decías que me escuchabas?

¿Recuerdas

las gaviotas histéricas

girando en el tañido

de campanas de iglesias invisibles

y los peces como santos patrones,

el modo en que

corriendo, te alejabas

hacia el mar

y me gritabas que te hacía falta

distancia

para contemplarme?

La nieve

se apagaba

enredada entre las aves

en el mar;

con una desesperanza casi alegre

yo miraba

tus huellas en el mar

y el mar se cerraba como un párpado

sobre el ojo, dentro del cual yo esperaba.



("zenda", trad.viorica patea y natalia carbajosa)

domingo, 25 de noviembre de 2018

Juan Vicente Piqueras (1960 )

Vasos de sed


Si dudas de tu sed, si no te atreves
a preguntarle o a ponerle un nombre,
si sólo sabes que buscas un agua
que la sacie y no hallas sino pozos,
y en ellos ecos que te llaman, bebe.

Si la sed al beber desaparece
es que era sólo sed. Sigue buscando.

Pero si crece en ti cuando la sacias,
si quieres no dejar de tener sed
sino seguir bebiendo día y noche
vasos de sed, no hay duda:
puedes llamarla amor, seguir sufriendo,

y saber que no existe quien te guía.


Yo que tú



Yo que tú me amaría, llamaría,
no perdería tiempo, me diría que sí.
No dudaría más, escaparía.
Daría lo que tienes, lo que tengo,
por tener lo que das, lo que me dieras.
Me soltaría el pelo, lloraría
de gozo, cantaría descalza, bailaría,
le pondría a febrero un sol de agosto,
moriría de gusto, no pondría
ningún pero a este amor, inventaría
nombres y verbos nuevos, temblaría
de miedo ante la duda de que fuese
sólo un sueño, me iría
para siempre de ti, de allí, conmigo.
Yo que tú me amaría.
Me diría que sí, me faltaría
tiempo para correr hasta mis brazos,
o al menos, qué sé yo, respondería
a mis mensajes, a mis tentativas
de saber qué es de ti, me llamaría,
qué va a ser de nosotros, me daría
una señal de vida, yo que tú.


("espacio luke")

sábado, 24 de noviembre de 2018

Adília Lopes (1960 )

No me gustan tanto...



No me gustan tanto
los libros
como a Mallarmé
parece que le gustaban
yo no soy un libro
y cuando me dicen
me gustan mucho sus libros
me gustaría poder decir
como el poeta Cesariny
fíjate
a mí me gustaría
es que tú gustases de mí
los libros no están hechos
de carne y hueso
y cuando tengo
ganas de llorar
abrir un libro
no me alcanza
necesito un abrazo
pero gracias a Dios
el mundo no es un libro
y la casualidad no existe
entretanto me gustan mucho
los libros
y creo en la Resurrección
de los libros
y creo en que en el Cielo
haya bibliotecas
y se pueda leer y escribir.



("depósito de objetos perdidos", traducción de alejandro rodríguez morales)

viernes, 23 de noviembre de 2018

Fernando del Paso (1935/2018 )

PoeMar


XV

Soñé que el mar era una sola palabra,
y que yo debía pronunciar su millón de sílabas.
De estertores de azul cobalto encandilado,
se me salía el mar por los ojos
y el nácar que lucían las muchachas,
manchados sus cuellos de efélides
en las que el sol había tejido sus mejores mariposas,
se vio ceñido por lágrimas duras como granos de arroz.
Yo debía, también, pronunciar el millón de muertos
que tiene el mar, y hablar de sus descascarados fuselajes.
Los muertos del mar tienen la boca llena de musarañas
   de gelatina.
Sus cráneos son efímeras escafandras de hulespuma
donde revolotean acezantes polillas encendidas,
y en las que anidan pulpillos cuyos tentáculos
asoman por los hoyos insondables de sus fosas nasales
como si fueran negros mocos espeluznantes.
Los cadáveres del mar sonríen. Sus dientes son ventanas
   del invierno.
Sus caderas, vertederos de inmundicias prístinas.
La noche penetró por sus poros a borbotones
y los inundó con deliquios de aspereza mineral,
hasta volverlos invulnerables a las estridencias y las
  saetas de la luz.
De secretas tempestades polares se alimentan sus
   gargantas.
Los muertos del mar guardan en sus ojos esferas de agua,
   y sus costillares son jaulas de vidrio donde se inflan
   petulantes peces rojos.
Las sirenas tiñen sus inexistentes heridas con la tinta de
calamares resbaladizos, y sus médulas como bambúes se
ensartan en los tragaluces de la cúpula delmar.


("poeMar", ed. fce, méxico, 2015, segunda reimpresión)

jueves, 22 de noviembre de 2018

Isla Correyero (1957 )

Terminal



Sé que voy a morir antes del próximo invierno. Pero he sembrado las patatas, el trigo y las cebollas. Sigo dando de comer a las gallinas y a los cerdos, aunque sé que voy a morir antes de las heladas.

Limpio meticulosamente la casa y los corrales. Me levanto y me acuesto cada día a mi hora. Sigo haciendo la comida y el café. Me limpio los dientes después de las comidas. Sigo leyendo el periódico y cosiendo la ropa. He comenzado una bufanda y unos calcetines para el próximo otoño.

Salgo a la calle a hablar con los vecinos. Estoy pintando la fachada de la casa y las paredes de la casa. Me tomo las medicinas que me ha mandado el médico. Persevero en el rezo de mis oraciones.

He reanudado una amistad que tenía perdida. Canto de vez en cuando. Lloro de vez en cuando. He plantado las flores de mi tumba.

Todavía me enfado con mis hijos si no han hecho los deberes. De vez en cuando voy a la peluquería y una vez al mes voy a mirar zapatos.

He contratado un viaje a la ciudad de Viena y un entierro sencillo. Tengo mi cama preparada y la ropa que me pondrá el amigo que he recuperado.

Cada noche, pienso en las cosas que aún no he podido hacer y, si recuerdo algo, lo hago al día siguiente.

Creo que cuando lleguen los azules momentos del invierno, estaré todavía trabajando.



("no me quites paz")

martes, 20 de noviembre de 2018

Álvaro Mutis (1923/2013 )

Sonata II


Por los árboles quemados después de la tormenta.
Por las lodosas aguas del delta.
Por lo que hay de persistente en cada día.
Por el alba de las oraciones.
Por lo que tienen ciertas hojas
en sus venas color de agua
profunda y en sombra.
Por el recuerdo de esa breve felicidad
ya olvidada
y que fuera alimento de tantos años sin nombre.
Por tu voz de ronca madreperla.
Por tus noches por las que pasa la vida
en un galope de sangre y sueño
Por lo que eres ahora para mí.
Por lo que serás en el desorden de la muerte.
Por eso te guardo a mi lado
como la sombra de una ilusoria esperanza.


("no me quites paz")

lunes, 19 de noviembre de 2018

Circe Maia (1932 )

¿Cómo será?



¿Será posible que uno esté escribiendo,
por ejemplo, esta frase, y nos quede inconclusa?
«Tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.»
No veremos entonces el momento
previo, el momento
último. Caerá el papel,
la taza de café, o lo que sea.
O tal vez no.
Podría ser la velita que se apaga
imperceptiblemente
sin que ninguna puerta se cierre

y ninguna se abra.


("perros en la playa")

domingo, 18 de noviembre de 2018

Uriel Martínez (1950 )

Cenizas


Nadie tiene en mente irse de este mundo
la víspera me dijo el vendedor de planes
funerarios el lunes; prometió volver pronto,
la siguiente quincena.

Lo vi alejarse como la ambulancia que va
ciega antes del desastre del loco que quiso ganarle
el paso al tren, antes incluso de solicitar
el tanque de oxígeno medicinal de la abuela.

Ya es mediodía del primer día de semana
y no he elaborado el menú caníbal que sacie
esta espera de septiembres, de otoños
por venir, de hojas secas por arder.

Imagino la urna de hueso colmada de cenizas,
el esparcido de las mismas en algún pico del pueblo,
el viento entre las ramas al tiempo que alguien
musita una oración en un latín olvidado.

Veo una Chevrolet amarilla de los años 50
detenida cerca de las vías del Southern Pacific
que traslada al norte coches ensamblados;
carga de coronas de flores para el muerto.

Nadie piensa que un día colgará los tenis,
ninguno elabora un bosquejo de testamento,
ni el índice de sus memorias. Nadie es responsable
de su suerte.


[Inédito]

sábado, 17 de noviembre de 2018

Elsa López (1943 )

Manifiesto



Hoy declara que os ama porque oléis a madera,
porque habéis socavado en su cuerpo una brecha
por donde corren ríos

y vienen a romperse los cristales del sueño.
Las palabras son vuestras
y son vuestras las manos y el miedo que sostienen.
Y son vuestros los nombres
y la pena que lleva por dentro de la sangre.
Son vuestros el paisaje que guarda en la mirada
y el que tiene plantado delante de la casa,
el mar, los aguacates,
y esos amaneceres que esconde en la cocina

y enseña algunas veces tan sólo a quienes ama.



He dispuesto en mi rostro surcos inconfundibles.



He dispuesto en mi rostro surcos inconfundibles.

Me he puesto el delantal de luto
y me he dejado ir al borde de la acera.

(Hay un banco vacío en el que me he sentado
para morir un poco y de una muerte rara.)

Pienso en cómo te quise.
Yo no voy a aclararte de dónde me ha nacido
este dolor que crece a golpe de tristeza.
Pasa gente.
Hace ya mucho tiempo que no te explico nada
porque hace mucho tiempo que perdí la esperanza
de envejecer contigo.
Es domingo.

(El perro es otro espacio.
Una muerte distinta en medio de la calle.)




("no me quites paz")

viernes, 16 de noviembre de 2018

Álvaro Mutis (1923/2013 )

Cada poema



Cada poema un pájaro que huye
del sitio señalado por la plaga.
Cada poema un traje de la muerte
por las calles y plazas inundadas
en la cera letal de los vencidos.
Cada poema un paso hacia la muerte,
una falsa moneda de rescate,
un tiro al blanco en medio de la noche
horadando los puentes sobre el río,
cuyas dormidas aguas viajan
de la vieja ciudad hacia los campos
donde el día prepara sus hogueras.
Cada poema un tacto yerto
del que yace en la losa de las clínicas,
un ávido anzuelo que recorre
el limo blando de las sepulturas.
Cada poema un lento naufragio del deseo,
un crujir de los mástiles y jarcias
que sostienen el peso de la vida.
Cada poema un estruendo de lienzos que derrumban
sobre el rugir helado de las aguas
el albo aparejo del velamen.
Cada poema invadiendo y desgarrando
la amarga telaraña del hastío.
Cada poema nace de un ciego centinela
que grita al hondo hueco de la noche
el santo y seña de su desventura.
Agua de sueño, fuente de ceniza,
piedra porosa de los mataderos,
madera en sombra de las siemprevivas,
metal que dobla por los condenados,
aceite funeral de doble filo,
cotidiano sudario del poeta,
cada poema esparce sobre el mundo

el agrio cereal de la agonía.


("no me quites paz")

jueves, 15 de noviembre de 2018

Ángel González (1925/2008 )

Poética a la que intento a veces aplicarme




Escribir un poema: marcar la piel del agua.
Suavemente los signos
se deforman, se agrandan,
expresan lo que quieren
la brisa, el sol, las nubes,
se distienden, se tensan, hasta
que el hombre que los mira
-adormecido el viento,
la luz alta-
o ve su propio rostro
o -transparencia pura, hondo
fracaso- no ve nada.



("el hacedor de sueños")


miércoles, 14 de noviembre de 2018

Eugenio Montale (1896/1981 )

La anguila



La anguila, la sirena
de los mares fríos que deja el Báltico
para alcanzar nuestros mares,
nuestros estuarios, los ríos
que remonta profundamente, bajo corriente adversa,
de ramal en ramal
y luego de cabello en cabello,
siempre más adentro, siempre más hacia el corazón
de la piedra, filtrando
en acequias de fango, hasta que un día
una luz arrojada desde los castaños
enciende su serpenteo en charcos de agua muerta,
en las zanjas que bajan
de los saltos de los Apeninos a la Romaña;
la anguila, antorcha, fusta,
flecha de amor en la tierra
que solo nuestros barrancos o disecados
arroyitos pirenaicos reconducen
a paraísos de fecundación;
el alma verde que busca
vida donde solo
muerde la aridez y la desolación,
la centella que dice
todo comienza cuando todo parece
carbonizarse, rama seca sepultada;
el iris breve, gemelo
del que engasta tus pestañas
y haces brillar intacto en medio de los hijos
del hombre, inmersos en tu fango, ¿puedes tú

no creerla hermana?


("estación quilmes", trad. jorge aulicino)

martes, 13 de noviembre de 2018

Vicente Gerbasi (1930/1992 )

Los huesos de mi padre



Los huesos de mi padre se perdieron
en el osario común
de Canoabo. Valle de grandes hojas lluviosas,
de insectos que vuelan como abanicos
y montañas que le dan la vuelta al día
y a la noche de los astros.
Los huesos de mi padre
se perdieron en el osario del Universo,
entre las piedras preciosas de Dios
vistas desde la selva mágica
hasta la aurora
que reinventa todos los colores
y el vuelo de las aves
abriendo sus ojos
en el sueño del paraíso.
Los huesos de mi padre suenan
con su color marfil
y se van pareciendo a mis propios huesos
hechos de silencio eterno.


("estación quilmes")

lunes, 12 de noviembre de 2018

Virgilio Piñera (1912/1979 )

El hechizado                                                     


                                    a lezama en su muerte


Por un plazo que no puedo señalar
Me llevas la ventaja de tu muerte:
Lo mismo que en la vida, fue tu suerte
Llegar primero. Yo, en segundo lugar.

Estaba escrito. ¿Dónde? En esa mar
Encrespada y terrible que es la vida.
A ti primero te cerró la herida:
Mortal combate del ser y del estar.

Es tu inmortalidad haber matado
A ese que te hacía respirar
Para que otro respire eternamente.

Lo hiciste con el arma Paradiso
- Golpe maestro, jaque mate al hado –

Ahora respira en paz. Vive tu hechizo.


("estación quilmes")

domingo, 11 de noviembre de 2018

Ángel González (1925/2008 )

Canción de invierno y de verano



Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el
puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo
en sus cabos,
mientras los balandros soleados arrastran por la superficie del Pacífico sur
bellas bañistas.

Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.

Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
— rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.

Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba —detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.

Pero jamás en el mismo día.


("el hacedor de sueños")

sábado, 10 de noviembre de 2018

Charles Simic (1938 )

Garabato ilegible



Estos harapos que el espíritu toma prestados
para abrigarse
contra el frío de la mortalidad.
Oh, alambre de púas de palabras tachadas,
corona de espinas,
retiro de ensueños sin salida,
cuentas de preocupaciones derramadas,
posos de café de una vidente,

son mis puntos de apoyo en el abismo.


+++

Seguro como la muerte



Los tortolitos se besuquean en la calle,
el fin del mundo se acerca.
Incluso el veterano amputado
que pide a las colegialas unas monedas
va a irse al infierno apresuradamente,
porque no deja de usar
el nombre de nuestro Señor en vano.
El viejo que sujeta el cartel
con un gesto sombrío en su cara
está seguro de que será el único en salvarse.


(tomados de fb de luis armenta malpica; trad. nieves prados garcía)

viernes, 9 de noviembre de 2018

Pedro Salinas (1891/1951 )



¡Si me llamaras, sí;


¡Si me llamaras, sí;
si me llamaras!

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría;
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú que no eres mi amor,
¡si me llamaras!

Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
-¡si me llamaras, sí; si me llamaras!-
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo.
Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: "No te vayas."


("el hacedor de sueños")

jueves, 8 de noviembre de 2018

Piedad Bonnett (1951 )

Crepitaciones


Todavía en la carne de aquel que envejeció alienta el deseo,
como en la noche habita la memoria del día
y en medio del otoño el verano persiste a ramalazos.
Su pulsión no es alegre sino sorda
como un eco,
                       y punzante

como el recuerdo abrupto de un olvido.


("cómo cataba mayo")

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Amalia Bautista (1962 )

Desnudo de mujer



Para ti nunca fui más que un pedazo
de mármol. Esculpiste en él mi cuerpo,
un cuerpo de mujer blanco y hermoso,
en el que nunca viste más que piedra
y el orgullo, eso sí, de tu trabajo.
Jamás imaginaste que te amaba
y que me estremecía cuando, dulce,
moldeabas mis senos y mis hombros,
o alisabas mis muslos y mi vientre.
Hoy estoy en un parque, donde sufro
los rigores del frío en el invierno,
y en verano me abraso de tal modo
que ni siquiera los gorriones vienen
a posarse en mis manos porque queman.
Pero, de todo, lo que más me duele
es bajar la cabeza y ver la placa:
«Desnudo de mujer», como otras muchas.
Ni de ponerme un nombre te acordaste.


("elhacedordesueños")

martes, 6 de noviembre de 2018

Anna Ajmátova (1889/1966 )

La mujer de Lot

                                                                 Entonces la mujer de Lot miró
                                                                 atrás, a espaldas de él,  y se 
                                                                 volvió estatua  de sal.


                                                                 Libro del Génesis

Y siguió el hombre justo al enviado de Dios,
grande y resplandeciente, por la montaña negra.
En tanto,  una voz penetrante urgía  a la mujer:
no es demasiado tarde, aún puedes mirar.

Mira las torres rojas de tu Sodoma natal, la plaza
en que cantaste, el patio donde  hilabas, de la casa
en lo alto, las  ventanas vacías, la  casa en que tus hijos
nacieron, fruto de unión feliz.

Una  mirada sólo. Y helados en un  dolor de muerte
ya no pudieron mirar más  sus ojos.
Sal transparente se tornó el cuerpo todo
y las  piernas ligeras  en la tierra arraigaron.

¿Y a  esta mujer nadie la llorará?
¿Es figura anodina para ocuparse de ella?
Pero  mi corazón no olvida
a la que dio la vida por una mirada.



("elhacedordesueños", trad. Monika Zgustova y Olvido García Valdés)

lunes, 5 de noviembre de 2018

Nikiforos Vretakos (1911/1991 )


Carta

                                           a themo amurgui 


No tengo una hoja de los viejos árboles verdes.
En este papel te escribo mi tristeza
tan leve que la lleva el viento,
tan buena y tierna que el sol no se sorprende,
noble como el silencio que camina de noche
en la hierba. Simple y pura como el agua que corre
sin que nadie adivine que nació de la tormenta de ayer.
Muchos han muerto. Muchos seguimos viviendo.
Todos estamos heridos.
El mundo pesa de tanto dolor.
Con el silencio del mar recibirás mi tristeza.
Te envío este eterno "no me olvides", es una
luz plegada en una pequeña nube.
Te envío este corderito, pues estás cerca de Dios,
para que lo lleves a su verde jardín.
Te envío este niño con el pie quebrado.
Álzalo hasta la ventana con el Lucero,
cerca del mundo, cerca del sueño.
Cerca de tu bondad cálida como el aliento de una madre.
Cerca de la chimenea donde apoyas la mano en la frente
y sueñas con la felicidad del hambriento, del soldado, del enfermo.
Colócalo cerca de la verde bandera. Cerca del rojo
caballo. Junto a tu madre que rodeada
por los gorriones de enero teje la esperanza.
Colócalo cerca del suspiro de la amistad. Cerca, muy cerca.
Siéntalo y abre como una sonrisa la ventana
para que vea el mundo.
Nada más, querido Themo.
Como siempre peregrinando por la tierra del sol,
te saludo con el ala de mi pena.


("poetas del mundo", s/c al traductor)

domingo, 4 de noviembre de 2018

Uriel Martínez (1950 )

Mar de fondo


1
Finalmente se lanzó la convocatoria en las redes sociales: era una invitación a los escritores nacidos en el pueblo, residentes en el país y fuera de éste. Una convocatoria para concursar con obra en prosa, ya novela, ya testimonio. No había límite de edad ni de lugar de residencia; la única condición era presentarla en español. El premio único y no compartido  de 25 mil dólares en efectivo.

2
La convocatoria apareció simultáneamente en el Facebook de los organizadores, los clubes de paisanos residentes dentro y fuera del país. Apareció no con un mapa del Estado de fondo -se evitó que luciera como un suceso "oficial"- sino con el perfil del águila real con las alas desplegadas. Se emitió en noviembre.

3
Para fines de enero había llegado una decena de obras en igual número de paquetes. El plazo para la recepción se cerraba en abril, esto es, el compás se había abierto por seis meses, en consideración a que era la primera convocatoria en su tipo y de corte internacional.

4
Aunque el uno de mayo ya había expirado el plazo, se decidió ensanchar la espera por dos semanas ante la posibilidad del arribo de obras depositadas en el correo a última hora. No pasó nada, ningún servicio de mensajería dio señales de vida.

5
Éramos tres los integrantes del jurado, entre quienes se repartieron los doce manuscritos que registró el notario. La metodología propuesta fue que cada uno se ocuparía de cuatro originales: de uno mismo dependía si leía cada propuesta completa -hubo manuscritos de más de 400 páginas--, o sólo una parte; la calidad del original daría la pauta para leerla totalmente o suspenderla a las cien o más páginas.

6
Todavía no terminaba mayo cuando leí de un tirón la obra que yo consideraba sería la ganadora. El original me quemaba las manos, latía en la mesa de noche como un corazón recién extirpado. Era un thriller sicológico. Era la primera de las cuatro obras que leía completa. Ignoraba si el autor (a) era primerizo o si el libro enviado a concurso formaba parte de un tríptico o un mosaico de gran aliento; de una saga.

7
El protagonista era el típico antihéroe, el tipo criado en la calle de padres desconocidos, el prófugo de reformatorios, de los centros penitenciarios para chicos sin hogar, el que a los dieciséis se inyecta por vía intravenosa; el líder natural que encabeza motines desde siempre.. Empecé a imaginarlo a retazos y en distintas circunstancias: en un asalto bancario, en un descarrilamiento de trenes, ante una autoridad de cualquier tipo, en un museo, en una catedral. Creo que me empezaba a enamorar de este muchacho. La fecha del fallo estaba en puerta.

8
Para semblantear el terreno, decidí invitar a casa a los otros miembros del jurado una semana antes de vencido el plazo. Les ofrecí café, bocadillos y un trago. Era una tarde soleada. Pronto me percaté que llegaban con las pilas bajas. Era un punto a mi favor, a mi carácter optimista. Uno de ellos, profesor universitario de literatura, propuso declarar desierto el premio; y duplicarlo para el siguiente concurso, a celebrarse cada dos años. Pero sentaría un mal precedente y levantaría sospechas, le dije, era el primero que se organizaba. La otra integrante, la directora de nuestra escuela, le había dedicado poca atención a los cuatro manuscritos turnados con tiempo. Alegó que en casa atiende a un enfermo crónico, su padre. Ella nos propuso ampliar el plazo del fallo, con la promesa de ponerse al corriente. Me tocó mi turno, les hablé de la novela con vehemencia; sin confesarlo les hablé de la obra ganadora.

9
Sin avisarle a nadie, fui a hablar con el notario: lo convencí de abrir las plicas de identificación; ahí estaban los datos del autor de Mar de fondo. Vivía en Arizona, tenía 38 años, era un preso del orden federal; era natural de La Enramada, un pueblo fantasma como hay tantos en Dogville; dos veces divorciado y sin hijos. Estaba emplazado a inyección letal por tráfico de indocumentados, entre otros delitos.

10
Corrí a buscar más datos en Google. En un diario de Los Ángeles leí que desde chico sumó ingresos a correccionales en el país vecino; que a una edad temprana viajó y llegó solo al norte. Había sido ejecutado el pasado diciembre, después de cerrada la convocatoria; apenas había alcanzado a enviar su novela, quizá había encomendado el encargo a alguien desde la misma prisión: un paisano, una enfermera, un predicador o una trabajadora social. Sentí que el mundo se derrumbaba.

11
Cuando me repuse de la impresión, sentí el compromiso de publicarla. Nadie más que yo tenía copia de la obra inédita y póstuma; sólo yo sabía el valor del manuscrito; sólo a mí me interesaba la literatura. Mis colegas eran el modelo del burócrata que trabaja por un salario, por acumular puntos curriculares antes de su jubilación. Les propondría invertir el monto del premio en la edición de lujo de Mar de fondo, mi primera novela.


[inédito]

sábado, 3 de noviembre de 2018

Fabián Casas (1965 )

Despertate



Despertarte a mitad de la noche
y ver en el otro lado de tu cama
a tu mujer llorando
es una experiencia importante.
Quiere decir, entre otras cosas,
que mientras paseabas por los cuartos
iluminados de tu cerebro
algo se estaba gestando cerca tuyo.
Un error con el cual mantenés
una particular relación de intimidad.
Porque aunque no firmemos nada,
ni corramos apurados bajo la lluvia de arroz
pensamos que es para toda la vida
y así seguimos.
Botes, que durante la noche,
quedan amarrados al muelle,
golpeándose entre sí,
según el viento.


("marcelo leites")

jueves, 1 de noviembre de 2018

Carmen Boullosa (1954 )


Darío Galicia: dos intervenciones 


1
Me escribe Juan Pascoe -el primer editor de Roberto Bolaño- que topó en la Librería Madero del centro de la Ciudad de México con Darío Galicia, el poeta, uno de los tres mosqueteros del piquete o Comité Central de los Infrarrealistas, formado también por Bolaño y Mario Santiago. Darío Galicia, un nombre con alturas míticas, que Bolaño cambió en su novela Los detectives salvajes por Piel Divina; no sé por qué. La verdad es que Darío Galicia tiene más jale que ese nombre.

Darío Galicia fue becario Salvador Novo apenas instituidas las becas para poetas jóvenes menores de 21 años, cuando acababa de morir Salvador Novo. En las primeras dos generaciones  fuimos afortunados Verónica Volkow, el dicho Galicia, Francisco Segovia y la que aquí escribe, entre otros.. Me acuerdo de Darío Galicia en la fiesta para dar la bienvenida a los nuevos becarios en el University Club de Reforma casi esquina con Insurgentes. Iba vestido con overoles de mezclilla, muy en contraste con los trajes de los organizadores y otros poetas que por lo menos llevaban saco de pana, la verdad es que yo lo encontré elegantísimo. Darío Galicia, encantador, lleno de espontaneidad y frescura, inteligente, se podría haber comido al mundo, le sobraba ingenio, chispa, energía. Además era muy buen poeta. Aunque perteneciéramos a bandos contrarios, y él fuera gay y yo una muchachita, no sé por qué me perdonó la vida. Sospecho que nos caímos bien, o si fue que él me resultó tan grato que eso bastó para repartir a los dos partes, la suya y la mía. El caso es que por él los Infras nunca me hicieron la guerra.

2
La beca Salvador Novo consistía, cuando la fundaron, en una mensualidad muy sustanciosa, quiero decir 'muy' para nuestros estándares. Esto antes de las debacles financieras del peso mexicano, cuando tenía tres ceros más que hoy, cuando la economía apuntaba a que nos íbamos a ir al cielo, cuando España era pobre y nosotros en relación a ellos un país rico. La beca Novo incluía seguro médico. En lo que a mí respecta, nunca me he sentido más rica. El seguro médico le salvó la vida a Darío Galicia: era becario cuando se le reventó un aneurisma. Tuvieron que hacerle una cirugía del cerebro, de hecho dos. Estoy hablando del año del caldo, principios de los setenta, era casi imposible salir bien librado de una cirugía del cocolín. Roberto Bolaño escribió un poema de la visita que le hizo cuando convalecía de la segunda operación en 1976. Está en su libro Los perros románticos, "Visita a un convaleciente", ahí dice que "con la trepanación" -exageración o libertad poética- a Darío Galicia se le esfumó la memoria, y que su papá opinaba que había una buena nueva en las desgracias,
había perdido su inclinación sexual. Dudo las dos cosas porque topé con él un par de años después y nos reconocimos y porque lo vi -o eso recuerdo- en un antro de los suyos, donde yo tomaba copas acompañando a algún amigo, la única mujer a la redonda. Nunca lo volví a ver. Creo haber hablado con Bolaño de él, los dos lo dábamos por muerto.

3
Pero Juan Pascoe lo vio en la Librería Madero, y no paseaba, no reconocía, no derramaba talento, chispa, ingenio, no estaba comprando libros. Era un mendigo callejero que vociferaba: "Yo soy Carlos Monsiváis" -de quien fue tan amigo-, "Yo soy Carlos Fuentes"- a quien puedo jurar que nunca conoció-.
   Me llegó su e-mail apenas llegar a casa de Madrid, donde fue a dar una conferencia y de pilón me colé a ver la adaptación teatral de la novela póstuma de Bolaño, 2666, que terminó con la proyección de una inmensa fotografía del autor a la que la butaquería llena le aplaudió a rabiar.
   Y yo, claro que al leer el e-mail de Pascoe, no pude sino comparar cómo los países tienen la facultad de ser generosos con sus talentos, o francamente ojetes. Y dejemos de lado a los talentos: no sé si el estado de salud de Darío Galicia, pero si ya no escribe más, si tiene problemas y dificultades, no hay estado que lo proteja. Y si escribe...¡pues lo dicho!
   Por mi parte, un minuto de palabras -el silencio no se me da- por Darío Galicia.



[revista "Día siete", diario El Universal, 13 de abril 2008, secc. "hasta atrás"]