miércoles, 30 de septiembre de 2020

Jorge Carrera Andrade (1902/1978 )

Biografìa


 


La ventana nació de un deseo de cielo

y en la muralla negra se posó como un ángel.

Es amiga del hombre

y portera del aire.


Conversa con los charcos de la tierra,

con los espejos niños de las habitaciones

y con los tejados en huelga.


Desde su altura, las ventanas

orientan a las multitudes

con sus arengas diáfanas.


La ventana maestra

difunde sus luces en la noche.

Extrae la raíz cuadrada de un meteoro,

suma columnas de constelaciones.


La ventana es la borda del barco de la tierra;

la ciñe mansamente un oleaje de nubes.

El capitán Espíritu busca la isla de Dios

y los ojos se lavan en tormentas azules.


La ventana reparte entre todos los hombres

una cuarta de luz y un cubo de aire.

Ella es, arada de nubes,

la pequeña propiedad del cielo.


("yavendras")

martes, 29 de septiembre de 2020

Fabio Morábito (1955 )

Ese bombero era magnífico


 Ese bombero era magnífico,

dijo uno de los sobrevivientes

de las Torres Gemelas,

y se le quebró la voz.


En medio de los gritos y el humo,

mientras todos bajaban las escaleras,

el joven bombero subía

hacia los pisos del desastre.


Se encontraron a la mitad

del edificio,

el hombre camino a la vida,

el otro camino al infierno,


y se miraron un segundo,

quizá menos.


Subía de dos en dos

los escalones sin equivocarse,

fue lo que dijo el hombre en la televisión,

y se le quebró la voz.


Todos lo estamos viendo

subir de dos en dos los escalones

a contracorriente de la vida,

hacia el centro ardiente de las cosas,


el magnífico bombero

camino a la licuefacción.


El verdadero infierno siempre queda arriba

y sólo alguien magnífico

puede subir de dos en dos

los escalones hacia él,


como otro joven y magnífico

en Grecia

subió y subió hasta derretirse

después de abandonar todos los muros.


("revista altazor")

lunes, 28 de septiembre de 2020

Amanda Durán (1982 )

 La belleza

a.

Desperté con el cielo adentro

alguien lo derramó mientras dormía

me gustaría saber quién, o al menos cómo.

Por eso no te llamo

porque no se puede hablar

con el cielo así todo incrustado.

Al abrir los ojos

empieza a brotar celeste

como cascadas

y el lagrimal se rompe:

no duele tanto pero sabes -tú sí sabes.

 Nadie quiere deshacerse del cielo tras habérselo bebido

entero.


b.

La última palabra de mi madre fue un aullido.

Sostuve su cabeza con mis manos

y rompí el cascarón de su frente, para que pudiera irse.

Ella se quedó ahí observando

cómo el reloj seguía el mismo baile

de esa mañana cuando el mismo cuadro,

colgado en la pared, se movía con el viento.

Abrí con mis dientes la herida

para que saliera volando.


("leepoesia")

domingo, 27 de septiembre de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                          web huicholes

                                                                  



Fase 3 (parte 24)


1.

Pasará mucho tiempo para que yo olvide este mes aún vivo, aún latente como latente está el inicio del otoño; pasarán soles y lunas y tendré presente que este abril -el mes más cruel, según la observación de un poeta-, fue desdoblándose y fue repitiéndose en la piel de muchos como un sueño de horror sin fin, como una purga pendiente en un organismo enfermo. Hace días recibí otra mala nueva: aquella mujer que trajo de su pueblo a esta ciudad a sus padres ancianos desde marzo -para protegerlos del Covid19-, los había perdido arrasados por la Pandemia. Pero días escasos después, le sucede a ella. Cuando me entero ya eran tres montones de ceniza. Como una broma de mal gusto, en febrero ella y yo habíamos convenido un proyecto de investigación para el rescate de manuscritos inéditos de un amigo mío fallecido prematuramente. Le envié y leyó una semblanza redactada por mí a manera de carnada para iniciar el trabajo integral sobre ese autor cercano a ella. El acuerdo fue encontrarnos ya pasada la Pandemia. Y hoy hablo de lo que nunca fue.


2.

Con una demora de semanas pero me deshice de un par de zapatos con los que transité los últimos seis meses de emergencia sanitaria mundial. Eran negros como los presagios insospechados que se avecinaban desde inicios de este año bisiesto -"año bisiesto, año siniestro", sintetizó quizá un profeta-; todavía en febrero pasado les di lustre y les cambié las agujetas para no perder el trote ni el rumbo. Todavía me los encasquetaba con calzador que me donaron en la tienda en que los merqué un año atrás. Antes de la emergencia sanitaria mundial era, para mí, posible viajar a otras ciudades y adquirir ese par de calzado para pie artrítico; elaborado manualmente con piel de venado y de borrego importadas. Cuando tuve el arrojo de botarlos en un contenedor lo hice con prisa y la cabeza fría; con ellos se iban recuerdos de lugares en donde estuve, con ellos abrí y cerré el día, la semana, el mes, el equinoccio y el solsticio vividos como un acto de fe. Imaginé si alguien los rescataría del depósito de deshechos o los pepenaría en el basurero municipal; si los llevaría con algún zapatero prodigioso que les enderezara las mandíbulas torcidas, los tacones desgastados, los pasos mal dados/equivocados/falsos que me han caracterizado. Hasta el día de hoy no he soñado con ellos, acaso porque ya he estrenado un par últimamente.


3.

Todavía en febrero de 2020 emprendí un viaje de Laguna Honda a Pueblo sin Nombre con ese par de zapatos desgastados; hube de caminar cuatro kilómetros del punto A al B antes de conseguir un Stop Finger en una camioneta Toyota. Casi al pardear la tarde de ese día hube de regresar al punto A en otro viaje de cortesía -con lluvia pertinaz y ligera- luego de no obtener invitación a pernoctar en B. Regresé con la certeza de haber cerrado un ciclo con el pasado: infancia, recuerdos, estampas escondidas u olvidadas en alguna gaveta de la caja negra que algunos conservamos -acaso-, intacta. ¡Ah!, los granados cerca de la entrada a casa de los abuelos; ¡ah!, el té de hojas de naranjo en las mañanas frías; ¡ah!, las canicas transparentes para los juegos aprendidos de chico; ¡ah!, los dulces de biznaga, camote, calabaza y de leche antes de las primeras caries. ¡Ah!, la abuela en la cocina cubierta de sombras y humo de leña todo el tiempo. ¡Ah!, los jinetes rumbo al coleadero en días de fiesta. La huerta, las tardes interminablemente lluviosas. Los quinqués cuando empieza a oscurecer, las sombras en las paredes y vigas. El silencio del pueblo. Todo vuelto ceniza como víctima temprana de la Pandemia.


4.

Huichola

La huichola llega con un trozo de unicel y me muestra una colección de aretes artesanales en venta; aparece con blusa y falda estampadas de flores y el viento me bulle sus imágenes. Antes que la fuerza del aire la desplace le obsequio una fruta para que no se vaya con los ojos tristes de un sábado de muertos, los míos, los incinerados.


Dogville, septiembre 2020                                                                                                (Inédito) 

sábado, 26 de septiembre de 2020

Enrique Winter (1982 )

 La transformación


cuando una mañana gregor samsa

despabiló de sueños inquietantes

se encontró transformado en un monstruoso

parásito     estaba recostado


sobre el caparazón duro     de espaldas

y al levantar un poco la cabeza

veía su barriga curva     parda

dividida en arqueadas rigideces


a cuya altura el edredón     apenas

se mantenía sin caerse entero

sus varias patas     tristemente flacas


en relación al resto del volumen

parpadeaban inermes a sus ojos

qué me pasó     pensaba     no era un sueño


("periódico de poesía")

viernes, 25 de septiembre de 2020

Juan Cameron (1947 )

 Cachorro


Perdonad este pelaje descastado     

este brillo es de tanto restregarme 

de la baba la rabia la patada       

Perdonad el mordisco por la espalda 

es mi ternura agreste solapada       

pero ternura al fin (la única mía)   

En verdad salí cachorro             

en la calle me hice perro 


Acuario


Volví a mi acuario y no sentí nostalgia por París       

Más bien aleteaba por sus calles y tampoco sentí         

mayor atracción a mis parientes boqueaba                 

en cada esquina de mi cubo una especie de mundo         

para ir de aquí a allá para mostrar mi aleta             

y emitir gorgojos en forma de burbujas                   

La ciudad es la ciudad me dije                           

y éste es mi acuario                                     

y entré en la cama de una y luego                       

de un impulso me iba hacia el otro costado               

Ah París! Ese país donde los avatares                   

venden vino francés en cada esquina.


("poetas poemas")

jueves, 24 de septiembre de 2020

Carlos Cociña (1950 )

Se acerca el tren...


 Se acerca el tren;


sus luces van sobre las lomas.


No son los carros del tren,


es un gran gallinero extendido sobre los árboles


del cerro.


Ese tren va a las tierras cardinales.


En sus ventanas iluminadas se refleja


el gran transatlántico,


entre los valles de maíz, encendido


entre los insectos que vibran en vuelo.


("vallejo y co.")

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Rosario Castellanos (1925/1974 )

 Meditación en el umbral


No, no es la solución

tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy

ni apurar el arsénico de Madame Bovary

ni aguardar en los páramos de Ávila la visita

del ángel con venablo

antes de liarse el manto a la cabeza

y comenzar a actuar.

Ni concluir las leyes geométricas, contando

las vigas de la celda de castigo

como lo hizo Sor Juana. No es la solución

escribir, mientras llegan las visitas,

en la sala de estar de la familia Austen

ni encerrarse en el ático

de alguna residencia de la Nueva Inglaterra

y soñar, con la Biblia de los Dickinson,

debajo de una almohada de soltera.


Debe haber otro modo que no se llame Safo

ni Mesalina ni María Egipciaca

ni Magdalena ni Clemencia Isaura.


Otro modo de ser humano y libre.


Otro modo de ser.


("mujeres que escriben")

martes, 22 de septiembre de 2020

Karmelo C. Iribarren (1959 )

Se acabó el cuento


 Se acabó el cuento,

amigo, esto es la vida.

Todos los grandes sueños

con los que hasta ahora

te has entretenido, puedes

dejarlos a la entrada.

Aquí no sirven de nada.


Vuelve a intentarlo


Esas mañanas de domingo,

en invierno,

a primera hora:


las calles recién regadas,

el aire fresco,

limpio,

el olor a cruasán de las cafeterías,

la locura

de los pájaros...

                                      Como si la vida


te dijese:

mira, aquí me tienes,

vuelve a intentarlo.


("enbuscadeotrasítacas")

lunes, 21 de septiembre de 2020

Laura Yasan (1960 )

 Cuando sueño con ella


Cuando sueño con ella

piso descalza los pasillos oscuros que llevan a su cuarto

busco el cajón prohibido cada vez

sé lo que esconde

tengo los dedos congelados

toco sus pieles de animales muertos

una alianza de oro

ropita de bebés que no nacieron

hay pesadas tijeras

hay un hombre doblado masticando su nombre

hay la mirada que está allí

y está entre en mis omóplatos

como un arpón clavado en la boca de un pez

me ha descubierto y soy pequeña

habrá castigo

su corpiño de yeso sube y baja en el asma de esa respiración

me sienta en la blandura del regazo

y es el olor de su alimento pasto de enloquecer.


("arquitrave")

domingo, 20 de septiembre de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                       rarámuri




 Fase 3 (parte 23)


1.

A veces imagino, un domingo cualquiera, que termina la Pandemia, que saldremos a la puerta de entrada y asomaremos a la calle para ver a los que pasan: ya no se verán  féretros ni a los deudos portar el color del luto, los pasos del duelo, la música que acompaña a los muertos, las flores reglamentarias. La debida coreografía. Pero recordaremos cómo era salir a la calle con un estilo espontáneo, con la morralla suficiente para volver a casa con los encargos anotados, con la receta reglamentaria vigente para extenderla al farmacéutico calvo que nos prepare la fórmula del remedio solicitado; seremos capaces de encontrar el paso, de recobrar el aplomo del que sabe cómo volver de donde partió; recordaremos al vecino que nunca apagaba la bombilla de su domicilio esperando al hijo marinero que un día partió hacia una ciudad de nombre impronunciable y del cual no tiene noticia; reconoceremos a la chica fea que salía de casa de sus patrones con el bote de rueditas con la basura desbordada, la chica más puntual del vecindario -madre de una hija educada en las redes sociales-, la que se ausenta los domingos y el Día de la Virgen porque viaja al Santuario a venerarla. No lo sé, sinceramente, cómo saldremos de esta pausa dilatada.


2.

Hay días, hay temporadas en que la casa que habito me desconoce. He desalojado del clóset fotos, grabados, carteles, afiches, revistas y cartas olvidadas -cartas manuscritas firmadas con seudónimo y redactadas con tinta china. He ensayado darle un nuevo rostro a los muros: he clavado cuadros en un orden aparente, en busca de que muestren otra vida las celdas que integran mi entorno en estos meses de Pandemia (y los que falten). Me he procurado inciensos y  resinas para ensayar otras formas de rutina. He sido testigo de la agonía y muerte del calentador de agua, he atestiguado el fracaso del fontanero que reviva el artefacto después de décadas de servicio, de mudanzas obligadas, de renuncias a domicilios, de caseros dichosos de haber recuperado una propiedad invadida por un desconocido, por un forastero indeseable. He presenciado -luego de un acceso de tos sin cubrebocas-, ver el puente dental partido en dos. De noche, antes de conciliar el sueño, he escuchado cómo un cuerpo se viene abajo en la sala: he comprobado cómo el atril de madera ha caído astillado al suelo, vencido por la fila de libros del estante fatigado con el peso de lecturas pasadas, de libros leídos sin anteojos y sin los ojos de lectores ahora invadidos de nubes y cataratas y dilatadas carnosidades. En fin, pequeñas catástrofes sin importancia.


3.

He mudado la tarima del reposo diario: la cabecera apuntó al norte por años y la he redirigido hacia el poniente; esto con la intención de recuperar el equilibrio emocional perdido luego de seis meses de Pandemia.

+++

Envidias a los jóvenes que van por la ciudad sin mascarilla protectora a entrevistarse con un(os) amigo(s) a quienes abrazarán en señal de gusto por verse de nuevo; envidiarás a aquellos que asisten al rave donde bailarán y beberán hasta ya entrado el nuevo día. envidiarás a aquellas parejas de tu mismo sexo que harán el amor en el pasto sin sentir el frío de la madrugada.

+++

Te morirás de la envidia de aquellos ancianos que piden al servicio de Uber Eats te envíen a domicilio a un chico con la sonrisa de brad pitt, la pigmentación de tez de johnny depp y el aplomo de quentin tarantino para urdir su próximo cast. Has presenciado la entrada triunfal del Otoño a tu vida, a tus calendarios, a tus cápsulas, obleas, jarabes y enjuagues bucales; a tus reuralgias.


4.

Un martes de septiembre, el mes de la patria por antonomasia, llega a casa la mala nueva: otra baja más causada por la Pandemia venida de lejos; y aunque con tiempo de avisaron del progreso de semáforo de color rojo a naranja, la Muerte llama de nuevo a tu barrio, a tu manzana, a tu puerta. A tu vida.


4.

PROFECÍA MAPUCHE

Dicen los mapuches:

"Hace unos meses que las quilas del sur de Chile están floreciendo extrañamente. Lo hacen más o menos cada 70  años. Este es un clásico signo, una antigua profecía mapuche –es decir, de la Naturaleza– respecto a que vienen crisis muy totales, “batallas muy grandes”, donde habrá muertes y hambrunas, dicen ellos. Pero también significa renovación y brotes nuevos: “Después del fuego, la lluvia y la vida jovencita”.

quilas: Plantas de la familia de las gramíneas, parecidas al bambú pero más fuerte. América Meridional.

 
 SEQUÍA

1."Durango, Dgo. Elementos de Protección Civil y de la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa) capturaron la tarde del viernes a un puma macho americano que bajó de la sierra en busca de comida a las calles de Santiago Papasquiaro. En lo que va del año, cinco animales salvajes –dos pumas, dos zorrillos y un oso negro– han llegado a las zonas urbanas de cinco municipios en busca de alimento. El animal fue visto en calles de la colonia Villas del Mirador, donde los vecinos dieron la alerta. Finalmente fue capturado vivo en una propiedad de la colonia Real Campestre." ("ámbar y spunk")

2. Le dije a Bruno que no me sorprendía la nota sobre el puma macho americano que bajó de sus dominios a procurarse comida para sí y sus cachorros; que en temporada de secas hacen lo mismo los rarámuri de Chihuahua, cuando se les ve recorrer los centros urbanos de Coahuila, que igual hacen los tepehuanos de Durango, los coras de Nayarit y los huicholes de Jalisco y los menonitas de Miguel Auza (Zacatecas y Nuevo Casas Grandes (Chihuahua).

3. Incluso le recomendé un poema de Alfonso Reyes, "Yerbas del tarahumara", tomado del blog "al pial de la palabra" . Se reproduce la primera estrofa:

"Han bajado los indios tarahumaras,

que es señal de mal año

y de cosecha pobre en la montaña."

+++


Dogville, septiembre 2020                                                                                       (Inédito)



sábado, 19 de septiembre de 2020

Joan Maragall (1860/1911 )

 La vaca ciega


En los troncos topando de cabeza,

hacia el agua avanzando vagorosa,

del todo sola va la vaca. Es ciega.

De una pedrada harto certera un ojo

le ha deshecho el boyero, y en el otro

se le ha puesto una tela. La vaca es ciega.

Va a abrevarse a la fuente que solía,

mas no cual otras veces con firmeza,

ni con sus compañeras, sino sola.

Sus hermanas por lomas y cañadas,

por silencio de prados y riberas,

hacen sonar la esquila mientras pastan

hierba fresca al azar. Ella caería.

Topa de morro en la gastada pila,

afrentada se arredra, pero torna,

dobla la frente al agua y bebe en calma.

Poco y casi sin sed; después levanta

al cielo enorme la testuz cornuda

con gesto de tragedia; parpadea

sobre las muertas niñas, y se vuelve,

bajo el ardiente sol, de lumbre huérfana,

por sendas que no olvida, vacilando,

blandiendo en languidez la larga cola.


("enbuscadeotrasítacas", versión de miguel de unamuno)

viernes, 18 de septiembre de 2020

Eugenio Montejo (1938/2008 )

 Los gallos


¿Por qué se oyen los gallos de pronto

a medianoche

si no queda ya un patio en tantos edificios?

Filtrados por muros de piedra

y rectos paredones

nos llegan sus ecos;

no se puede dormir, es más terrible

que en el tedio de las aldeas

cuando llenan el mundo de gritos.

Cruzan el empedrado,

la niebla de la calle,

alzan sus crestas de neón,

entran cuando el televisor borra sus duendes.

Pero no hay troja que los guarde

sino sombra de asfalto y sellados postigos;

¿de qué rincón vidrioso en los espejos

saltan

y se sacuden aleteando

las soledades de sus lejanías?

Gallos ventrílocuos donde me habla la noche,

¿son mi parte de abismo?

Gallos en el sonambulismo de las cosas,

roncos a causa de la ausencia

en caminos de polvo

cuyas voces creímos extintas,

¿qué hacen a medianoche en la ciudad

tan lejos,

¿qué lamento los va acercando a mis oídos?


("geometría de las horas", uv-xalapa, méx.)

jueves, 17 de septiembre de 2020

Omar Aramayo (1947 )

 


Mi abuela


Mi abuela desnuda baila entre los caníbales

con tatuajes hermosos y extraños sobre los glúteos

moviendo al planeta en dirección a la primavera

llamando a cantidades

de oscuros pájaros que se alimentan de su sexo

provocando diluvios

conspirando contra la muerte

inventando abecedarios

domando caballos con su sexo de mariposas indelebles

y sucesivas

arrojando piedras azules contra las ventanas

de los dirigentes políticos

alejando a los eclipses con sus manos de retamas amarillas

reduciendo los meses como cabezas de niños

macerando a sus amantes en savia y orín

mi abuela corre con una colt 45 bajo la lluvia

adivinen

amados feriantes adivinen

qué lleva mi abuela bajo su axila de azufre en llamas

mi abuela

mi abuela con dientes que son piedras de los encendedores

canta bajo la lluvia como un caracol

con su boca de lecho marino

en su guitarra eléctrica

en su casa de agua

en su luna de esperma

en su sueño de miles de gusanos de seda

en su lenguaje de nieve ardiendo

su vientre amarillo asoma entre sus piernas de lagarto

a este sol de invierno como flor marchita

mi abuela

la piedra original

donde todas las abuelas son copias de mi abuela

sus cabellos son enlaces con otros planetas

juega con su cordón umbilical y se entrega a los últimos saurios

que han acampado cerca de aquí por última vez

en varias cajas de cerveza

mi abuela arranca a los relámpagos del cielo

tan fácil como los niños arrancan ríos

de las bocas de los ciervos

de los ojos de las calaveras

de las entrañas de los bueyes

cabalgando por selvas de fuego por pantanos de oro

mi abuela juega a la rayuela con su ojo de vidrio

con la mente del vecino

mi abuela recuérdenlo bien amigos del orden

corta ciclones como manzanas con su navaja de ángel

mi abuela

haciendo detonar

un vaso de agua

en la cabeza cuadriculada de algunos gerentes


Mi abuela con su escafandra roja

cazadora de especies extinguidas

en los manuales de zoología

rasgando el crepúsculo con sus espuelas

que son sexos de ángel

escupiendo en la noche millares de aerolitos

toreando a los jóvenes tahúres

que buscan la perla de su vientre

y a una horda de toda suerte de advenedizos

perseguida por una calle sin salida

salta desde una estrella en su paracaídas

completamente desnuda

sin edad ni condición

los pulpos brindan en los aeropuertos a su salud

salud

a la salud de mi abuela

mi abuela cría algas en sus caderas

miedo para los que se cortan el bigote de perfil

en las galerías del sueño

mi abuela mece al mar en su cuerpo fabuloso

de quiebres nunca vistos

mi abuela corre y patina sobre el mar

recogiendo copas de champán

y empolla huevos de codorniz

con su larga lengua de ángel marino

mi abuela derrama botellas del más fino licor

para cada lluvia

ella organiza los grandes monopolios

las mafias de aquí y de allá

ella es la culpable

ella arrastra bajo su sombra las fábricas de armas

y las siembra por donde va

ella provoca con su boca roja

con su boca roja y su cabello de seda azul

y bosques enanos para el tacto

su boca de tormenta y su garganta de gamuza celeste

mi abuela de abismos en la sangre la raíz cuadrada

el reverso de la moneda del ser

y sin embargo la raíz

ella provoca el hambre en el cuchillo secreto

que llevan los adolescentes

abriendo las piernas proclama mi abuela

qué les parece esta es la guerra del pueblo

tomen sus fusiles y disparen pestañas en vez de balas

los ojos de mi abuela giran como ruletas rusas

y llega el invierno los puertos caen como flores

mi abuela con su caperuza se va por el bosque

repitiendo

haremos el frente popular

formado por los grandes tigres

osos hienas

leones chacales bueyes

y haremos el partido sólo formado por los bueyes y las palomas

y después nos limpiaremos las narices

con un poco de hierba

mi abuela pone en peligro al peligro

con una cucharita de plata

con un dedal

con una aguja

o

mi abuela es un saltamontes que salta sobre sus lentes

mi abuela inventa las noticias de los periódicos

mi abuela duerme sobre el sueño de los equilibristas

mi abuela con su traje de león

mi abuela es un poliedro

de facetas transparentes

y puedes mirar adentro

mi abuela de cartón

mi abuela duerme

mi abuela ríe

mi abuela

tu abuela.



("altazor")



miércoles, 16 de septiembre de 2020

Rosabetty Muñoz (1960 )

 La elevación


El vendaval que dejó la santa


al elevarse.


Despojada de sí.


Cerúleo el rostro.


Transformada y bella.


Me sorprendió encontrarla, al otro día


donde mismo. Cansada.


Con algunas arrugas cerca de los ojos


y, sobre todo,


subiendo desganada al pedestal.


Quiero decir (parecía)


cansada de la perfección


tratando de confundirse con los feligreses.


 ("altazor")

martes, 15 de septiembre de 2020

Cesare Pavese (1908/1950 )

Luna de agosto



Más allá de las colinas amarillas está el mar,
más allá de las nubes. Pero tremendas jornadas
de columnas ondulantes y crepitantes en el cielo
se interponen ante el mar. Aquí arriba está el olivo
con la charca de agua que no alcanza para verse reflejado
y los rastrojos, los rastrojos que nunca se acaban.

Y se alza la luna. El marido está tendido
en un campo, con el cráneo agrietado por el sol
—una esposa no puede arrastrar un cadáver
como un saco—. Se alza la luna, que proyecta algo de sombra
bajo las ramas retorcidas. La mujer en la sombra
eleva una risa aterradora hacia el rostro de sangre
que coagula y que inunda cada pliegue de las colinas.
No se mueve el cadáver tendido en los campos,
ni la mujer en la sombra. Sin embargo parece
que el ojo sangriento haga guiños a alguien y le indique un camino.

Llegan, desde lejos, largos escalofríos
por las desnudas colinas y la mujer los nota en su espalda,
como cuando corrían por el mar de trigo.
Invaden también las ramas del olivo perdido
entre aquel mar de luna y ya la sombra del árbol
parece a punto de replegarse y de engullirla a ella también.

Se precipita al exterior, bajo el horror lunar
y le sigue el murmullo de la brisa sobre los guijarros
y una tenue silueta que le agarra los pies
y el dolor en su regazo. Se adentra de nuevo, inclinada, en la sombra
y se tumba entre los guijarros y se muerde los labios.

Debajo, la tierra, oscura, se baña de sangre.



("trianarts", trad. cales josé i solsora)

lunes, 14 de septiembre de 2020

Raúl González Tuñón (1905/1974 )

Y el porvenir que nace como un niño, desnudo



Desnudo nace el niño, desnudo y sin un céntimo.
El porvenir es un niño desnudo.
Vienen después los años, las leyes, los prejuicios, el alquiler,
los primeros ministros, y todo se complica.
Vienen los que se oponen a que la historia crezca,
las brújulas se inquieten y se apasionen los relojes,
y están los que se sientan en la piedra
("Non raggionam di lor, ma guarda e pasa".)
A Moisés lo pusieron en una canasta, en la corriente,
y hubo un niño apodado La Suerte en California.

El porvenir estaba en ellos, desnudo y sin vergüenza.



("ruadaspretas" y "otra iglesia es imposible")

domingo, 13 de septiembre de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                          muro ape




Fase 3 (parte 22)


1.

Las actrices de cine Pina Pellicer y Miroslava Stern se quitaron la vida con dosis de barbitúricos, el actor Pedro Armendáriz de un tiro, cada uno por distintas razones. El medio literario ha sido pródigo en cuanto seres que se han privado de la vida: Eunice Odio, quien murió en la bañera de casa, Macky Corbalán, Alejandra Pizarnik, Marcela Olavarrieta, Alfonsina Storni, varones varios de generaciones distintas y por variados motivos: enfermedades incurables, mal de amores, trastornos emocionales. Pero ha habido aquellos que asumen el suicidio como un acto de libertad: soy libre de mi vida y de mi destino; también hay aquellos que cometen ese acto supremo como respuesta a un rechazo social (bullying le llaman hoy por una conducta sexual heterodoxa, por no apegarse a modelos sociales impuestos, por hostigamiento escolar). Razones hay miles. Pero últimamente en Dogville se han registrado suicidas entre menores de diez años de edad, según ha dado cuenta la prensa de nota roja.   

2.

Ultimamente


He estado pensando en abandonar este pueblo
antes de que termine la Pandemia,
retirarme escuchando Los sonidos del silencio
como fondo musical.

Abandonaré todo y sólo me llevaré la imagen
de Chaplin al final de una cinta
en blanco y negro,  con pasos de pato
mientras su imagen se diluye en bruma.

Dejaré mis manuscritos en cierto orden,
listos para entrar en imprenta con un diseño
otoñal, con hojas regadas
por el camino sin horizonte.

Encomendaré a Daniel e Hilario recojan
los versos inconclusos,
las cuartillas a medio redactar como
un testamento abandonado en puntos suspensivos.

Además de la ropa puesta no me haré responsable
si ya ido alguien se acomide a lavarme el cuerpo,
cortarme las uñas, emparejarme el bigote
o a peinarme las canas como quien busca pelos negros.

Ignoro si haya una mano que acomode en algún sitio
un crucifijo, una botella de aguardiente, un cajetilla
de tabacos y si no olvide mis anteojos
ya para entonces empañados.

Ya fuera de aquí empezaré una nueva vida
a partir de cero; aunque parezca inconcebible
no cargaré ni un libro, ni una libreta Scribe
nueva, ni tinta ni crayones.

Dejaré este pueblo como quien hace borrón y cuenta nueva...



Madre


Ya que os di esta información triste el día 24 de agosto, hoy, 8 de septiembre , os digo que mi madre ha r3gresado del hospital , @ casa, cómo si viniera de una terribl3 guerra.
Temblando, con unos 10 k.menos, balbuceando, deshidratada, escocida, fría, blanquísima...
No volveré a llevarla al hospital . A sus 93 años ,si ha de morir pronto, que muera en mis brazos. En nuestros brazos.
Cálidamente. Rodeada de amor.

isla correyero (poeta)


Dogville, septiembre 2020                                                                           (Inédito)

sábado, 12 de septiembre de 2020

Mark Strand (1934/2014 )

Bahía oscura

                    (fragmento)




XXXI



Estamos aquí, en Labrador. Siempre había querido

estar aquí, especialmente contigo,

en esta cabaña, y el fuego alumbrando. Llevas



puesto un traje Calvin Klein y yo visto

la chaqueta de terciopelo del esmoquin de mi padre. Nada más.

¿Por qué? Porque estoy contento. Y atento



al primer indicio tuyo de que es hora de irnos

a la cama. Estos momentos previos al amor

son los más felices de mi vida. Me pregunto si



formaremos parte de alguna predicción de lo que

el mundo pudiera ser en su mejor momento,

si en este frío paisaje libre de compras



nos dirigimos hacia donde va el mundo.

O si somos parte del registro de lo ya

ido, un signo de las profundidades



en las que el mundo se hundió. Tu lujoso traje,

mi chaqueta raída, esta cabaña sin agua

corriente, ni una estufa en condiciones, ni estéreo ni televisor



pudieran significar tan solo una broma en la suma

final de los logros a reclamar

algún día lejano. Aun así, aquí estamos



y eso no pueden quitárnoslo,

y si se ríen, qué importa, aquí estamos


felices en Labrador, bailando hasta el amanecer.



("altazor",trad. jeanette clariond)

viernes, 11 de septiembre de 2020

Ernestina Yépiz (1968 )

Ritual del sueño




Duerme todavía
del lado derecho de la cama;
el que da a la ventana
—el de la puerta es siempre mío—.
En el baño
la toalla se mantiene
al alcance de su mano;
el rastrillo y el cepillo de dientes
en el mueble de encima del lavabo.
En la mesa del comedor
ocupa la silla del extremo,
también cerca de la ventana;
la del costado izquierdo es la mía.
A los dos nos gustan todavía
las comidas que llevan entremés, ensalada, plato fuerte,
postre, café y sobremesa.
Por las tardes
—sentados en el balcón—
bebemos vino y conversamos
acariciados por el aroma
que emana del árbol de naranjas que
se va llenado de azahares.
Y yo —acostumbrada a que me traicione hasta el espejo—: no creo en nada,
pero asumo como única verdad la de este sueño.



(en muro fb de la autora, con su venia)

jueves, 10 de septiembre de 2020

James Laughlin (1914/1997 )


La profesión vergonzosa 



Durante años intenté ocultarle a la gente del pueblo que escribía poesía
para que no supieran que era un bicho raro
Yo no quería que los pibes que vienen a comprar en camioneta al almacén cajones de cerveza supiesen que era un maricón
Me pareció prudente dejar de comprar Página y pedirle al diariero que me mandara el Diario Popular.
Una vez que quemaba todos los borradores de mis poemas, recién ahí sacaba la basura,
los chicos meten mano por ahí, los cartoneros son curiosos
Tomaba todos los recaudos

Pero en un pueblo chico no es fácil mantener secretos, todo el mundo conoce a todo el mundo, y se cuentan los chismes cuando van a dar la vuelta al perro
Las cosas comenzaron a precipitarse
Apareció un muchacho con acento porteño y pelo largo y empezó a preguntar por los negocios dónde era la casa del poeta
Después se rompió un caño y el plomero contó que había visto un montonazo de libros apilados en el sótano, algunos en idiomas extranjeros
Al día siguiente vino el jefe de Bomberos Voluntarios, y se hizo el que miraba la instalación eléctrica
Yo me empecé a poner un poco paranoico; el patrullero, que supuestamente tiene que vigilar los caminos rurales una vez por semana, pasó tres días seguidos por la entrada de mi casa
Todo empezó a pudrirse cuando no sé bien cómo un periodista de un diario de la zona escuchó los rumores y escribió una notita: Conocido poeta detenido por exceso de velocidad. Podría revocársele el registro.
Mi vida cambió mucho desde entonces
Nadie se me rió en la calle todavía (mido más de uno ochenta, peso ciento diez kilos, y estoy -para mi edad- en buen estado físico) pero me miran raro

Ya no voy a comprar al almacén porque una nena que se metía el dedo en la nariz me señaló y le dijo algo a la cajera; ahora compro todo en los pueblos vecinos o pido que me manden

Mi vida es diferente ahora que ellos saben que escribo poesía
Pero si piensan que van a lograr que me avergüence y que deje de hacerlo, no saben cómo se equivocan
No estoy contraviniendo ley alguna
Voy a seguir haciéndolo a menos que declaren que soy una amenaza para la sociedad, y que me encierren en algún psiquiátrico
Oí que en el loquero hay un tipo que dice ser Lugones. Seguro que él me entiende y quiere ser mi amigo; podemos recitarnos el uno al otro poemas, si acaso nos prohíben tener papel y lápiz.



("eternacadencia", traductor ezequiel zaidenwerg)

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Helen Umaña (1942 )

Sin tregua



Dejé encendido el fuego de mi casa.
Al caminar,
trituré pedernales con los dientes.

Toqué los muros del silencio
y en carne viva me comió la soledad.

Después,
la lucha
para matar el frío
y volver tras las huellas de mí misma.

La necesidad
de reinventarme cada día.




Crónica de la infamia



La sangre impregnó hasta las piedras.
Su voz clama en el desierto:
Que nada quede oculto.
Que se escudriñen los recuerdos.
Que se ubiquen los fragmentos soterrados.
Que surja la palabra
y restaure la memoria.

Sólo así
se apaciguarán los huesos
violentamente desgajados.

Sólo así
la sangre llegará al lugar de su quietud.



("altazor")

martes, 8 de septiembre de 2020

Eloy Sánchez Rosillo (1948 )

Agua de mayo



En el tren que una tarde me llevó
de Salamanca a Ávila,
no olvidaré que estuve
totalmente de acuerdo con la vida.

Era una tarde en que diluviaba,
y frente a mi ventana iba pasando
todo el campo mojado: trigales ya crecidos,
a los que el agua daba un verdor muy reciente;
dehesas con encinas entregadas
a la quietud de su ensimismamiento
y terneros impávidos pastando
bajo la espesa lluvia;
algún pueblo pequeño,
con sus cigueñas en los campanarios.

Y arriba un cielo trágico, como de fin de mundo,
lleno de apretujados nubarrones
sin cesar hostigados por hermosos relámpagos.

Marchaba el tren despacio; yo iba en el tren muy solo,
pero estaba contento y nada me faltaba,
porque es fácil sentirse venturoso y colmado
en una tarde como la que digo,
aunque sepamos bien que en otras ocasiones
puede la vida ser despiadadas y terrible,
aunque el amor se acabe, y aunque exista la muerte.



("fundación juan march", madrid mmv)

lunes, 7 de septiembre de 2020

Shota Iatashvili

La muerte en cifras



Está muerto… Okey, pero ¿qué hacemos con él?
Al fin y al cabo perecen los árboles.
Saltan por el aire las estrellas, cerca
de las vallas se paralizan los perros…
¿Estaba enamorado?, pero ¿qué hacemos con él?
Alguien puede reírse hasta ahogarse
con estas palabras tan caducadas.
Había estado sufriendo, dicen…
¡Ah, con razón!
No, sencillamente suena mejor decir que,
un auto lo atropelló mientas cruzaba la calle,
pensando en “Las alas de la muerte”
como un título perfecto para sus poemas.
En pocas palabras, digamos que no escuchó los gritos ni el sonido de los frenos,
ni las huellas barrosas del neumático en el libro
que cayó de sus manos, y
que se llamaba “El arte de amar” y
y que había comprado cinco minutos antes
de un mercader que lo tenía expuesto en medio de la acera
y con venta directa en la calle.
Ahora veamos lo que llevaba dentro de sus bolsillos:
diecisiete cigarrillos, marca Polior,
una entrada de teatro para el 31 de diciembre para
(El espectáculo “Rigolleto”),
algo de dinero: en cifra exacta//para ser exacto — un rublo con quince,
digamos que llevaba una chaqueta verde,
y que en su bolsillo había
un bloc de notas y una pluma estilográfica,
un pañuelo hecho un higo,
una hoja de papel doblada con las notas siguientes:

perejil — 2 manojos
puerro — 1 manojo
papa —- 3 kg
cebolla — 3 kg
número de Ketino — 22-27-39

y del lado opuesto,
había una nota confusa y tachada:
“Mis manos estaban tan a gusto sobre tus pechos,
pero ahora están helados otra vez;
habré de estirármelos frente a la chimenea del Infierno
para liberarme de este escalofrío y este dolor”.
Las palabras estaban tachadas y acompañadas de un boceto
de un hombre risueño con una nariz graciosa…
Eso es todo.
Ah sí, Artusha fue la que embalsamó el cadáver;
Kolla, Murman y Jora se encargaron de cavar la tumba;
su madre, mientras arreglaba su mejor suite
y hurgaba en los bolsillos con sus manos trémulas,
descubrió que tenía a un hijo fumador…
La noticia del obituario fue publicada el 28 de diciembre;
y para la música del funeral, eligieron a
Chopin, Mozart, Beethoven y Phaliashvili;
el entierro tuvo lugar a las tres y media del día 31;
cien personas asistieron al velorio
(sirvieron caviar rojo porque el negro estaba más allá de su alcance) y
los que se quedaron, se apuraron en irse,
porque estaban tentados por otras fiestas
con champán, pasteles y dulces…
¡Qué lástima, todas estas sepulturas en la Nochevieja!

Qué lástima…



("altazor", traducción del inglés al español  khédija gadhoum)

domingo, 6 de septiembre de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                   historia mèxico




Fase 3 (parte 21)

1.

Quiero dejar el exilio para otra ocasión, quizá para otro ciclo vital. Seis meses de celda me llevaron a un acercamiento con un uriel intuido, adivinado, presentido. En la semana última de agosto mudé la cabecera de la cama, ahora paso la noche con la mollera en dirección a occidente, al ocaso, a la hora del ángelus como quien ha llegado al otoño del mundo. Sé que un día haré a un lado las medicinas que ahogan mi oscuridad, mi confusión, dudas, inseguridades, recelos. Estoy por pisar el umbral.

2.

Ese día los pronósticos del tiempo indicaban un día cálido. Pero no aquí, en Dogville, sino en otro pueblo un poco distante, en dirección al sur. La cita para el viaje era a las 8 am. Tengo la bendita costumbre de despertarme a las cinco haga el clima que haga. Desde la noche anterior había apartado libros y revistas para el viaje: uno de Juan José Saer, cuatro ejemplares de "El son del corazón" y una libreta de apuntes de viajes; más el cargador del móvil. No llevaría artículos de aseo ni medicinas. Tampoco quise desayunar, sólo café y dos galletas saladas. La vuelta sería el mismo día de septiembre, ya entrado el otoño, mes y ciclo vital crepusculares. Seguía activa la maldita Pandemia. Así que cargaría dos cubrebocas, uno de repuesto y el otro como salvoconducto para trepar al bus que me acercaría a lugar concertado para la cita y el viaje.

3.

El viaje no fue azaroso. Nos detuvimos brevemente en una tienda de conveniencia a comprar cien pesos de tiempo-aire para el móvil, nos desayunamos una torta de frijoles con huevo antes de reanudar el camino. Atravesamos un pueblito y al acercarnos a un negocio mi auriga me dijo: "Mira, aquí encuentras sal de mar de Colima y chiles con vinagre envasados; de regreso nos detenemos para que la conozcas. Venden muchas cosas." El trayecto me es conocido pues ya he viajado en ocasiones anteriores a nuestra meta. Sobre la carretera aparecen esporádicos indicadores de los pueblos y villas cercanos tres o cuatro kilómetros que orientan a viajeros -a aquellos no acostumbrados a los mapas de Google-; pueblos y villas distantes de la carretera de mayor circulación; son caminos vecinales de terracería. La mañana era de clima agradable. Sin yo esperarlo llegamos a mi destino: ahí  esperaría el regreso de mi guía que se encaminaba a otro pueblo: acordaríamos el punto de reencuentro con el móvil, antes de las 17 horas. Descendí cerca del mercado antes de las once am. Cuando encontré café de olla en uno de los puestos, observé que entre los comensales, como en ocasiones anteriores, no había huicholes, había pocos clientes. La gente seguía confinada en sus casas o, en todo caso, el grueso de clientes y comerciantes llegan a esa cabecera municipal sábados y domingos, ya a comprar, vender y escuchar misa. Salí del lugar con el vaso de unicel de café. Cuando le di el primer sorbo me percaté que había olvidado tomarme la medicina de las 8 am en casa. Pese al baño temprano no había despertado cabalmente. Por naturaleza soy distraído y esta vez no había habido excepción. Me tomé con calma el olvido, la tomaría a mi regreso.



Dogville, septiembre 2020                                                                                               (Inèdito)

sábado, 5 de septiembre de 2020

Miguel Ángel Morelli (1955/2020 )

Mi madre creía en dios...



1

mi madre creía en dios y hablaba con él en voz alta
mientras lavaba la ropa y la colgaba de la soga

sentado en un rincón del patio / después de la escuela
yo la escuchaba hablar sola y pensaba que mi madre estaba loca

¿cómo no iba a pensarlo? / yo tenía apenas doce años
la edad del mundo / la edad de todas las verdades de este mundo

pero un día llegué y ella no estaba
y fue como volver a nacer / aunque del lado de la desesperanza

eso pasó hace mucho tiempo, es cierto, pero de tarde en tarde
cuando el olvido me acorrala / me siento en el rincón de pensarla
y vuelvo a ser entonces ese niño al que la muerte le mordía los labios


2

y me pregunto qué va a ser de mí / con esta lluvia
con tanta agua corriendo calle abajo y esos despojos
que van a la deriva / si hoy el mundo es una boca de tormenta

hay que llegar / me digo / a la otra orilla
mientras trato de recordar cómo era que rezaba
aquel hombre que no salía de su casa sin paraguas



("otra iglesia es imposible")

viernes, 4 de septiembre de 2020

Mario Paoletti (1940 )

Veo, veo




Creo que ya he visto

todo lo que un hombre puede ver.

Vi tres arcoiris juntos en el cielo.

Vi a un padre llorando sobre el plato de sopa.

Vi Venecia.

Vi a un hombre inclinado sobre otro hombre

con un rayo en la mano, haciéndole daño.

Vi a Rulfo, que se apoyó en mi brazo.

Vi a una mujer hermosa

con los brazos en alto recogiéndose el pelo.

Vi la crueldad por aburrimiento

y el heroísmo por orgullo.

Vi a la Muerte pasar a mi lado sin reconocerme

y vi a mi hermano incendiando corazones.

Una noche vi lo que no debiera haber visto.

Vi a la Tierra girando en el espacio y oí su ruido.

Vi el Paraíso, pero me expulsaron.

Vi a una madre jugando con harina.

Vi caer a un gato desde lo alto y matarse.

Vi a un hombre altísimo con manos de relojero

y vi a las silenciosas mujeres de Vermeer.

También vi a Dios, una tarde, en una celda,

pero se fue, y no hubo nada.



("sureando")

jueves, 3 de septiembre de 2020

Uriel Martínez (1950 )

Enemigos



Vine al cine Comala
a buscar a mi hijo Miguel Páramo
como el ciego a tientas
recorre el túnel de noche;

Vine al cine Comala
a ofrendar el tacto nebuloso
de mi lengua, los trazos
áridos de mis huellas dactilares;

Vine al cine Comala
a ensayar los telones
corredizos del pudor
y el tejido quieto del abandono.

Una vez más: vine al cine Comala
con la certeza de no encontrarlo,
la incertidumbre de reconocerle;
la seguridad de, una vez más,
evitarnos...



                                                               (Inédito)

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Carmen Berenguer (1946 )


                                                                         memoria chilena




Creo que tiene que ver con el olvido



Se parece a ciudad miseria de Perú
Se parece a ciudad oculta en Argentina
Se parece a las favelas de Brasil
Se parece a South Bronx de Nueva York
Se parece a Blade Runner
Se parece a los derrumbes
Se parece a los ojos que salen de las capuchas de Chiapas

Paredes tiene
paredes blancas tiene
rejas tiene
perros rabiosos tras las rejas tiene
mercados tiene
malls tiene
edificios de vidrios tiene
edificios nuevos con más
vidrios donde se reflejan nubes grises tiene
todo nuevo tiene
comunicaciones tiene
celulares tiene
policía tiene
policía nueva tiene
autos nuevos tiene
camas nuevas tiene
puertas nuevas tiene
ventanas nuevas tiene
metro nuevo tiene
rejas nuevas tiene
seguridad nueva tiene
miedo nuevo tiene
comida nueva tiene
hambre nueva
Tiene

Hay olores
olores a revistas viejas
a enfermedades gringas
a transpiración germana
a fantasía añeja
olor a nafta
a pilchas euro
a fajas gringas
a faldas gringas
a solapas gringas
a sobaco viejo
a enaguas gringas
a faldas gringas
a pantalón gringo
a sábanas gringas
a cubrecamas gringas
a cortinas gringas
olor a mercado usado
olor a cuáqueros
olor a western
olor a Colt
olor a Calvino

olor a adrenalina
olor a papas fritas
olor a pollo frito
olor a hamburguesa
olor a Ketchup
olor a comida macrobiótica

cuando te acuestas
cuando te levantas
cuando miras de reojo
cuando fijas la vista
cuando te acercas
cuando hablas
cuando callas
cuando brincas
cuando te das vuelta en la mañana
una hora después
cuando te agachas
cuando sudas
cuando aguantas
cuando aúllas


Tiene que ver con una madre muerta



("algún día en cualquier parte, bicentenario Letras de Chile y México", edición universidad veracruzana, xalapa, 2011)




martes, 1 de septiembre de 2020

Raymond Carver (1938/1988 )

                                                                           biografiasyvida




Los jóvenes lanzallamas de ciudad de México




Se llenan la boca con alcohol
y luego soplan
sobre una vela encendida,
lo hacen en los semáforos.
O en cualquier otro lugar
donde los automóviles hacen cola
y sus conductores
enojados y frustrados
están a la búsqueda de algo que los distraiga.
En esos sitios hallarás a los jóvenes lanzafuegos.
Haciendo lo que hacen, si tienen suerte,
por unas monedas.
Pero antes del año sus labios
estarán quemados y sus gargantas en carne viva.
En pocos meses perderán la voz.
No podrán hablar ni gritar,
estos niños silenciosos
que recorren las calles con una vela
y una lata de cerveza llena de alcohol.
Los llaman los milusos, lo que significa
que sirven para muchas cosas o para nada.



("altazor", traductor esteban moore)