Museé des Beaux Arts
Sobre el sufrimiento no se equivocaron
los Viejos Maestros; qué bien comprendieron
su sitio específico; lo que ocurre
mientras alguien come, abre una ventana
o camina al azar;
cómo, mientras con reverencia apasionada,
los ancianos esperan el parto milagroso, habrá
siempre niños, no muy interesados en lo que pasa,
patinando en un estanque a la orilla del bosque;
ellos nunca olvidaron
que ni siquiera el terrible martirio interrumpe
de algún modo su curso en una esquina, en un lugar
(astroso
donde los perros llevan vida de perros
y el caballo del torturador
frota contra un árbol su trasero inocente.
El Ícaro de Brueghel, por ejemplo; allí, sin
(preocuparse,
todo se aleja del desastre; el labrador
quizá oyó la caída en el agua y el grito de abandono,
pero no le importó ese fracaso; en pos de su deber,
el sol brilló sobre las piernas blancas
que se hundían entre las aguas verdes; y el barco
caro y frágil miró la maravilla
-un niño que se precipitaba desde el cielo-
pero tenía una cita y navegó con calma.
("revista de la universidad autónoma del estado de méxico", no.3, nueva época, julio-septiembre 1984, toluca, versión carlos monsiváis)
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