sábado, 4 de julio de 2020

Uriel Martínez (1950 )






Fase 3 (parte 12)


1

"Los solitarios ven cosas que nosotros no vemos; tienen una visión supersensible del mundo. El alma se afina en la soledad, la meditación y la continencia. Nosotros la embotamos con las frecuentaciones. La ausencia de meditación y los placeres. Por eso, ellos ven lo que nosotros no podemos ver. Aquel que se queda solo en su pieza silenciosa oye claramente el latido del reloj. Pero cuando alguien entra y una conversación comienza, deja de oírlo. Sin embargo, el latido no se ha vuelto inaudible."
                                                                                                                       c. cavafis (1905)

2

Agenda interrumpida: entre las tareas no cumplidas a raíz de la pandemia, en primerísimo lugar estaba una cita acordada con el dermatólogo para mayo, quien en septiembre del año pasado, me expidió una orden para el análisis de laboratorio de un fragmento de piel extraído en su consultorio. Mientras esperaba recoger los resultados viví días negros, inciertos, por momentos desesperantes. Mi médico general me vaticinó "Todo va a estar bien", cuando vio que la báscula indicaba la pérdida de dos kilos.

3

Cuando me entregaron los resultados en un sobre blanco, no quise leerlos; opté por esperar a escuchar la voz de quien me había dado el salvoconducto para llegar al laboratorio. "Diagnóstico anatomopatológico:/ biopsia excisional de piel región pectoral izquierda:/ -carcinoma basal de tipo sólido pigmentado./ -Márgenes quirúrgico profundo y laterales sin tumor." Me volvió el alma al cuerpo; renací aunque ya no bebé.

4

El dermatólogo me revisó las puntadas que me aplicó un mes atrás sobre el hombro izquierdo, donde tuve un lunar que se había ensanchado 23 años antes; y aunque no me provocaba picazón ni enrojecía, últimamente -había observado al espejo antes y después del baño-, vi una pequeña protuberancia al centro y el enrojecimiento de los bordes como cuando se observa un eclipse de luna. Ahí empecé a incubar la necesidad de acudir al dermatólogo para conocer su opinión. Pasado un mes de la escisión, acudí a la siguiente cita: me retiraría las puntadas; antes de despedirnos, me prescribió una crema para propiciar la cicatrización. "Nos vemos en treinta días", me recomendó. En esta última entrevista le pregunté por qué me había hecho un corte tan largo (en dirección vertical) , el cual requirió doce puntadas.

Mediante un dibujo en una hoja Bond, me explicó que el lunar había echado raíces por debajo de la piel y en dirección al corazón; que el corte con bisturí se hizo a cierta distancia del lunar para aislarlo totalmente y observar después si éste "retoñaba". Me dio cita para un mes después, para monitorear la cicatrización y el comportamiento del sitio que ocupó el lunar del tamaño de una moneda de cinco pesos o de un hueso de durazno o del corazón de un aguacate chico.

Total que la Pandemia de Covid19 se atravesó. Se suspendió el servicio hospitalario por la reconversión de atención a posibles contagios de Coronavirus. Automáticamente las citas  se cancelaron y se restringió el ingreso a todo mundo. El país había entrado a una alerta desde marzo y yo tenía cita ("la próxima cita ya lo daré de alta", me había aclarado el dermatólogo), mi cita se llegaba a mediados de mayo del año 2020.

5

A lo largo de las entrevistas, me hice amigo del especialista en Dermatología. Primero le conté de mis andanzas en la CDMX mientras estudiaba y trabajaba a un tiempo.De mi experiencia en el periodismo cultural, en la participación en el alumbramiento de un periódico, la compra de acciones y en la posterior emigración (retorno) a la Laguna, donde empecé de cero. Le conté de mi quehacer literario, del material publicado hasta el momento actual: cómo llegué a Dogville hace más de dos décadas;  y eso. Me confió, porque le nació contarlo, que escribía canciones y poemas; que tenía material inédito, que asistía a un taller de creación literaria.
 
    Pero no sé para cuando lo vea. Unos dicen que la Pandemia se extenderá hasta octubre, otros que puede haber nuevas oleadas, que los "recuperados" pueden recaer si no se cuidan, que en fecha próxima habrá pacientes de Covid19 y de Influenza, que ambas desembocan en neumonía; es decir, podemos llegar a la antesala del adiós. "Ya veremos", dijo el ciego.


6

Hace días sucedió el solsticio de primavera. Hace poco recordé mi viaje -hace un año- al museo de sitio Altavista, en Chalchihuites, donde se presencia la llegada de los primeros rayos de sol ese día significativo para nuestros antepasados indígenas. El día anterior me invitaron a subir al cerro del Chapín, primer punto para apreciar el nacimiento solar. Acepté. Me citaron a las cuatro am a la entrada del hotel. Patricia mi anfitriona me entregó un varejón resistente (a manera de bastón de apoyo). Ese día se entonaron cantos de bienvenida al astro que hace florecer el entorno, acompañados con el tam-tam de tambores y copal ardiente. Objetivo: cargarme las pilas (sin sospechar que pronto llegaría la Pandemia a Dogville, donde habito).

6

Canarios


 Mi madre barre el patio, el naranjo tira sus hojas,
 la avioneta municipal enciende el altavoz:
 “Volveremos a abrazarnos, pero hoy es tiempo de quedarse en casa”.
Una fuente de canarios taladra mi pecho: quisiera abrirles la jaula,
pero un gato ronda la azotea;
quisiera salir de casa,
pero un tigre ronda por las plazas.

Afuera, el ángel exterminador custodia el viento
que esos tristes canarios no conocerán.
¿Quién soporta este encierro?
Si ni siquiera hay lluvia como pretexto
¿Quién soporta este entierro?
Si ni siquiera hay clavos para los féretros.

Tanto tiempo en la palma de mi mano
que transcurre como arena en el desierto,
el sol y las estrellas han perdido significado,
¿qué tiene de diferente el día de ayer al de mañana?
Sólo la cifra de muertos parece marcar la hora.

He soñado que los noticieros anuncian
que todo ha terminado, que se pueden abrir las ventanas,
liberar a los canarios, salir del clóset, quitarse la ropa,
gritar hondo, respirar profundo, lamer culos de nuevo…
Pero afuera las calles están tan solas como mi pecho
y sólo el miedo abriga los callejones sin importar lo azul del cielo.

Pobres pajaritos enjaulados
su plumaje amarillo me sabe a oro,
¡ah!, si mi madre supiera lo que es vivir encerrado
me sentiría menos solo,
quizá tendría el valor de confesarle que odio a mi hermano policía,
que di positivo para VIH
y que a veces imagino historias cuando miro las estrellas,
¡Dios!, ha pasado tanto tiempo que ya me siento
un canario en cuarentena.
                                                                   
                                                                           diego medina

Dogville, junio 2020

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