Llegar a un pueblo de la sierra
Llegas con la astilla hendida
de los que dejan que el amor se mueva por inercia
con la mirada lejana, con el olfato de un cazador,
sin escuchar el rumor del río
ni siquiera la labor de las cigüeñas.
Llegas con el temblor de la primera vez,
de una de tantas ciudades dormitorio,
demasiado ligero de ropa y con el pelo alborotado.
Fumas con aire de desprendido, queriendo agradar,
en busca de los bares típicos de los pueblos;
pronto deseas ser uno más, amante de lo ajeno.
Llegas de fuera y quieres comparar
lunas y crepúsculos, lugares y climas,
el aire y hasta la tierra,
cómo arde la luz;
el ritmo infinitamente distinto.
Intuyes que esto empieza bien.
Llegas con la herida profunda
sin frenos inmediatos,
con ganas de morder la guinda,
de acariciar la misma luna,
de sentirte cerca de la piel extranjera.
No sé si te conducirán a la nostalgia
este frío poco dócil
y la lluvia que vendrá pálida
y la humedad adherida,
de algunas palabras que buscan la soledad.
("portal de poesía")
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