¡Oh, yo jovencito!
Yo quería ser mi madre
que me amaba, pero
no quería amarme a mí mismo.
Y entonces fingía ser
un joven pobre.
No podía convencerme
de que también en unburgués
hubiera algo para amar
aquello que amaba mi madre
en mí, puro y despreciado.
Nada ha cambiado:
me veo todavía pobre
y joven; y amo sólo a aquellos
como yo. Los burgueses
tienen un cuerpo maldito.
("alforja, revista de poesía", no.xxix, verano 2004, méx.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario