Partir el pan
Comemos.
Él se tensa
sobre el hueso arqueado de su estatura.
Yo estoy desaforada, maltrecha, colorada,
poco fiable de mi estómago.
Buscamos, cada vez que nos peleamos,
elegantes comidas extranjeras:
ensalada de algas, traslúcida,
engarzada de sésamo;
espesos ñoquis a la crema de zapallo,
tan dulces que a la vez me calman y me caen mal;
carne argentina, su delicada sangre apenas más clara
que el vino.
Tomamos.
No tomamos lo suficiente.
Nos amamos,
pasamos hambre,
somos mezquinos.
Irrelevante la comida, extravagante,
prescindible, cara.
El cuerpo agradecido
de tener qué tragar
y desechar.
Volvemos en auto a casa.
Casi no hablamos.
Nos dormimos,
despertamos
con la panza vacía.
("astillero", trad. ezequiel zaidenwerg)
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