A veces puede el pensamiento apoyarse
fuertemente sobre un objeto sin importancia -
esa blusa colgada fuera, por ejemplo, como quién
apoya la punta de un compás y gira luego. Mira
la blusa: ya debe estar casi seca, por la forma en
que el viento sacude las mangas. Toda clase de
gestos aparecen ahora esbozados: abrazos,
saludos, despedidas.
Más tal vez: los gestos desesperados parecen
sugerir un deseo de soltarse, de volar libremente
sobre las azoteas entregándose al viento. Pero ahí
está la hipocresía del objeto comediante, que se
sabe seguro, bien sostenido por los dos palillos
en los hombros. Puede entonces fingir esos
arrebatos, esos místicos vuelos.
Lo que no ha sido calculado es el momento-
ya cercano- en que subirían los pasos por la
escalera oscura, se abrirá la puerta de la azotea y
la blusa será descolgada, doblada y guardada en
cajón inmóvil.
("otra iglesia es imposible")
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