No eches la culpa...
No eches la culpa al polen de tus lágrimas.
Todos los mares están mágicamente conectados
a una misteriosa maquinaria que nutre nuestros ojos
y, por un antiguo mecanismo de condensación,
logra que llorar sea un asunto geográfico.
No eches la culpa al polen de tus lágrimas:
estudia física, y química, y anatomía, conócete
de una vez por todas a ti mismo y, sólo después,
llora, llora fuerte y abundantemente
todo eso que, tras lo que ahora ya sabes,
sigue sin tener explicación.
("no me quites paz")
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