Opinaban los antiguos que la poesía
es escala hacia Dios. Tal vez no es así
si tú me lees. El día, sin embargo,
que recobré por ti la voz lo supe,
ligero en un rebaño de nubes y de cabras
que sobre un risco en equilibrio mordisqueaban
rebabas de espinos y de zarzas. Los rostros
del sol y de la luna, demacrados, se fundían,
el coche estaba averiado y una flecha
de sangre en una piedra señalaba
el camino hacia Alepo.
("el hacedor de sueños", trad.favio morábito)
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