Fábula de Dogville
Cuando pisó por vez primera las calles empedradas de Dogville, un atardecer de mayo, recordó aquella frase leída hace años: "Cuando pasaba hasta las piedras en la calle le gritaban ¡Puta vieja!". El mico culto detuvo su paseo sin rumbo y sin propósito alguno. Bajó la vista de los cerros que rodean al pueblo polvoriento y casi abandonado. Vio una piedra del empedrado gris, suelta. Se agachó y la levantó sin un por qué, sólo movido por la intuición. Encontró un papel doblado; lo tomó y lo desdobló.
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