A mi padre y a mi hermano que fallecieron con un mes de diferencia.
En mi papel de hija menor
la soledad cristalizó
en los ritos cotidianos de mi niñez.
A mí, a la que olvidaban en todo momento,
le llegó la muerte de lo masculino,
como un vendaval que rompe el palo mayor de los barcos,
que doblega el cuello áspero de las palmeras:
a mí, que nunca pensé que me hiciera falta.
Y me quedé huérfana de hombres.
Sin varones que protegieran el futuro de solemnes acontecimientos
o los nombres de familia o las propiedades.
Desprovista de Historia.
Me quedé rota y a la mitad,
con las fábulas truncas,
y enfurecida por mucho tiempo.
Me quedé con esta pequeñez en el alma
de mujer crecida.
Me quedé femenina, absolutamente femenina.
© Kyra Galván
en muro fb de la autora
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