“El arte de hacer dioses”, rezaba el anuncio. Nos dieron
cubos de barro y nos mostraron una carta estelar.
Charles Simic
Nunca me costó creer en Dios porque siempre me gustaron los cuentos. Los paisajes exóticos, los animales en el arca y los nombres antiguos hicieron de la Biblia uno de mis cuentos favoritos.
Mi primera duda de fe: si la serpiente que le ofreció la manzana a Eva sería la misma bruja que se la dio a Blancanieves muchos años después, cuando ya existían ropas y espejos.
Mi segunda duda fue por qué la manzana hizo despertar a una y dormir a la otra.
También me pregunté cómo pudieron ceder tan fácil ante una manzana, existiendo frutas mucho más ricas como las fresas, los mangos y las chirimoyas.
Una noche le hice estas preguntas a Dios durante mis oraciones antes de dormir.
Él se rió y luego me dijo que era solo un cuento, que yo podía cambiar las frutas, animales y nombres si me provocaba.
Al verme sonreír me hizo un guiño y cerró la ventana con un solo soplido, para que no me resfriara.
Ese día entendí por qué tiene tantos nombres alrededor del mundo. Seguro se los inventaron otros niños como yo.
(fuente: "urbanotopía")
No hay comentarios:
Publicar un comentario