Una puerta cerrada no es suficiente para que un hombre
esconda su amor. También necesita una puerta abierta
para poder partir y perderse entre la multitud cuando ese amor estalle
como un barril de pólvora en el arsenal alcanzado por el rayo.
No basta un techo para que un hombre se proteja
del calor y de la tempestad. Para huir del relámpago,
cuando la lluvia cae en el silencio del mundo
abierto como una fruta entre dos estruendos,
él necesita un cuerpo tendido sobre la cama,
un cuerpo al alcance de su mano
todavía temerosa de avanzar en la oscuridad.
En la noche que declina, en el día que nace,
el hombre necesita de todo: del amor y del rayo.
(fuente: "neorrabioso", traductores guadalupe grande y juan carlos mestre)
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