Bernarda
No quiero morir en mayo,
pues los hijos están tan ocupados
con la primavera...
Bodhan Drozdowski
Había perdido la pasión del pan,
la llama que en las tardes
le lamía los huesos
Había entregado puntual el nombre y los retratos
Pedía agüita, así, pedía agüita
sin el más mínimo pudor,
la lengua explorando las fronteras de la boca,
los ojos expuestos, gozosos, a la luz
que no volvería a ser desdeñosa e hiriente
Como en un rito antiguo le humedecí los labios
La gente muere, dije, la gente se termina
Ella había robado para mí
-el hijo que no tuvo-
una naranja, un lápiz, el carro,
juraba, que el niño abandonó bajo el almendro
Después de tantas idas y venidas
estaba ahí, inmune al desamor,
lista para cruzar al otro lado del relente,
en ese estado de idiotez
que se confunde con la felicidad
Cuando todo acabó salimos a la calle
Había llovido y la primavera se hacía alrededor
Los transeúntes cantaban y reñían
como si nunca tuvieran que morir
(fuente: Alguien enciende las luces del planeta, editorial Universidad Veracruzana, col. Ficción, Xalapa, México, 2014.)
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