Secuencia
Aparte de las fracturas en el pecho y los cortes por los cristales en su frente, en su hermoso cuerpo, en sus melancólicos ojos, en sus maravillosos labios, en su larga lengua rosada, en sus mejillas aterciopeladas, en sus saludables hombros, cuello, pechos, nuca, en la piel de seda de su vientre, en sus largas piernas, en los pies que me hacían sonreír cada vez que los veía, en sus largos y delgados brazos del color de la miel, en los lunares y el mínimo vello moreno sobre su piel sedosa, en la redondez de sus caderas y en el alma, junto a la cual siempre había querido estar, no tenía el menor daño.
(El museo de la inocencia, ed. Literatura Mondadori, México, 2009, traducción de Rafael Carpintero)
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