Maridos
Me pasan facturas
por no haber sido feliz
y siempre me sorprenden con su verborragia.
Me reclaman recibos por mi destino
y me hacen pensar que,
por culpa de mi gata,
vivimos en la ciudad equivocada.
En tiempos de conflictos internacionales
me mandan con mi mamá.
Como si el hecho de ser yo misma madre
fuera una ilusión.
Algunos de ellos me ofrecen las tortas
que yo misma horneé y me piden que les agradezca
el haber inventado la electricidad, el invierno y la mermelada.
El que no me guste la mermelada no importa;
pues de cualquier manera ellos editan mis memorias.
En el fondo de sus corazones sospechan
que poseo acciones bursátiles
(sólo que no tiendo a compartir).
Siempre que les ofrezco mis pobres dones de prestado
están demasiado cansados
o sumamente preocupados por mis proporciones correctas.
Pronuncian la palabra “narcisismo” con ojos entornardos,
como quien fuma un narguila.
Murmuran a mi paso con disgusto
como quien tranca súbitamente una ventana
ante un insecto o una corriente.
Para cuando se me pasó el susto
entendí que se referían a mi necesidad de aire.
Cuando se van, dejan el vacío de sus tazas
y como contrapartida tienden a llevarse mi diccionario.
Se internan en lo profundo de sus vidas,
como el continente en el mar holandés
y me dejan sin sintaxis con la que pueda
poner en marcha mi dolor.
(fuente: "emmagunst.blogspot", trad. Gerardo Lewin)
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