viernes, 10 de junio de 2011

HERTA Y SEMPRÚN


A través de Jorge Semprún he conocido miles de hechos históricos sobre los asesinatos cometidos por los alemanes. Escritos de forma cristalina, cuidadosamente pulida... porque los alemanes, en su idioma, estaban poéticamente heridos. Sus frases se sentían tras la frente, de forma simultánea, como un deshielo y una helada.

         

       


      A través de Jorge Semprún, he sabido de miles de hechos históricos sobre la ideología brutal de los comunistas y el trato que dieron a su propia gente.
      El amor a la muerte de la dictadura de Franco me permitió saber que ese amor a la muerte es un componente integral de todos los sistemas autoritarios de dominación, incluidos los de izquierdas, incluidas las teocracias. También que ese amor a la muerte origina tanto agresividad como servilismo.
      También de Jorge Semprún he aprendido a vivir con la propia persecución. A través de sus frases supe cómo actúa el daño. Jorge Semprún me preparó para el bumerán de la felicidad: me enseñó que el daño siempre prevalece. Que en la vida se presenta la belleza, pero precisamente cuando despunta su brillo, el bumerán de la felicidad devuelve el golpe y arrasa ese instante.
      La más precisa y bella de las frases sobre la patria -que siempre utilizo cuando aparecen los enamorados de su patria o los escritores enamorados de sí mismos- la he tomado de Jorge Semprún: "En el fondo, mi patria no es el idioma -como ocurre con la mayoría de los escritores-, sino lo que se dice".
      Siempre me he visto obligada a encuadrar en los libros de Semprún a mi padre, soldado de las SS. Siempre quise ser capaz de impedir que mi padre, incluso a posteriori, se convirtiera en soldado de las SS.
      Los libros de Semprún... continuamente me pregunto si merezco su sabia amistad y herida fidelidad.
      Hará unos 10 años me encontré a Jorge Semprún en unas jornadas literarias de Cognac (Francia). Pude haberle dicho cuánto me acompañan sus libros, cuánto significan para mí. Pero mi timidez frente a este gran hombre fue excesiva. Hice lo que no debe hacerse: preparar mil veces en la cabeza las frases adecuadas. Al final no me atreví a abordarle... el corazón se me salía por la boca.
      Y ahora, como dice Semprún en su libro El largo viaje:
      -¿No le late ya el corazón?
      -No, ya te he dicho que no.
      -¿Cómo ha ocurrido?
      -Como suele ocurrir.
      -¿Qué quieres decir?
      -Quiero decir que estaba vivo y un momento después había muerto.

      (nota de Herta Müller tomada de El País, traducción de Jesús Alborés.)

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