jueves, 10 de marzo de 2011

DURANGO, NICHO DE SANGRE

Gabino Martínez Guzmán


03 MARZO 2011

La muerte anda suelta. Pero mientras no me llegue a mi casa, siempre estará lejos. Ya perdimos la capacidad de asombro, nada nos conmueve; la solidaridad humana nos la suprimió una educación mecánica, técnica y cosificada. El hombre, los hombres son cosas, cifras; son como las hormigas de un hormiguero, un conjunto sin rostro y sin nombre.
Ayer mataron a un doctor, después otro y otro. El asesinato de abogados ya no son noticia, y mucho menos los montones de gente común y corriente que han caído como moscas. A nadie le duele esas muertes más que a sus familiares, y tienen que tragarse su dolor y sus lágrimas. Como si vivieran solos, en un desierto donde sólo se siente la inmensidad del silencio. Ésta es la “sociedad” que hemos conformado, que nos han construido los educadores y los políticos. Somos unos lobos solitarios.
Los abogados deberían de solidarizarse con sus colegas y los médicos con los médicos. ¿Para qué? Para exigir seguridad de aquellos a quienes les pagamos, para que nos garanticen el derecho a vivir. Si no pueden hacerlo, para qué queremos a esos gobernantes. Si usted ocupa a un velador para que le cuide su casa y si sufre un robo tras otro, lo menos que puede hacer es desocupar ese velador. Si tenemos un hato de ovejas y ocupamos un pastor, y vemos que diariamente se nos pierden o el coyote devora nuestros animales, lo peor que podemos hacer es olvidarnos de esos hurtos y pérdidas, hay que hablar con el pastor para que ponga más cuidado, pero si hace caso omiso y se repite la rapiña, cualquier persona con tres dedos de frente se verá obligado a despedir ese pastor incompetente.
En cambio, el pueblo de Durango está siendo asesinado poco a poco y el gobierno encargado de garantizarnos la seguridad de nuestras familias vive orondamente, como si no sucediera nada. No toma las medidas efectivas para evitar esos crímenes. Al parecer, la vida de los ciudadanos no le preocupa en lo más mínimo; le da lo mismo si sus gobernados viven o los matan. Le interesa más su coche y su casa que la vida de los duranguenses. Toda su atención la enfoca en hacer monerías para que fotógrafos pagados y los periodistas oficiales lo saquen en su mejor ángulo para salir en la prensa. Tiene fiebre por aparecer tres o cinco veces en las páginas de los periódicos, para que el pueblo crea que anda trabajando desesperadamente por crear fuentes de trabajo. Al igual que Ismael Hernández Deras (exgobernador) anduvo por medio mundo firmando convenios con empresarios extranjeros para que invirtieran en Durango. Y hoy no vemos por ningún lado esas industrias. Esos viajes sólo le sirvieron a Ismael para desruralizarse, pero nosotros no teníamos porqué pagar esas locuras. Ya otros gobernadores nos dijeron todos los días que íbamos hacia la grandeza, que lo tuviéramos por seguro. Que era uno de los nuestros.
Es muy poco lo que se ha hecho por este Estado que parece condenado a vivir siempre en la pobreza y en el olvido. Pero esas carencias materiales se las perdonábamos, porque eran eso, cuestiones materiales. Pero hoy nos están matando al hermano, al padre, al hijo. Hoy fuiste tú, pero mañana será mi hijo y pasado mañana yo seré la víctima, es una quemazón que a todos nos llegará y cuando queramos apagarla será demasiado tarde.
Parecemos un rebaño que el pastor lo puede conducir por donde quiere y que carecemos de la capacidad de hablar, de quedarnos parados, de no comprar nada, de no pagar ningún impuesto. No se requiere de emplear la violencia, sólo se requiere que unamos nuestra voluntad para no movernos; ya si ni eso podemos hacer, nada nos salvará.
Es triste ver cómo están matando gente conocida, amigos, parientes y nosotros hemos guardado un silencio que se parece a la cobardía más vil.
Durango se ha cubierto de gloria, ocupamos el segundo lugar nacional en secuestros, sólo debajo de Tamaulipas.


(nota distribuída por Fernando Andrade Cancino, arquitecto. El actual gobernador, que asumió en septiembre 2010, Jorge Herrera Caldera, el "favorito" del anterior, Hernández Deras.)

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