viernes, 1 de febrero de 2019

Pedro Sevilla (1959 )

El tiempo



Era en el alto espejo del tocador aquel.

Mi madre, jovencísima, adolescente casi,
con los hombros desnudos,
se retoca el peinado
y a través del cristal me mira y me sonríe.

Por el postigo abierto de la ventana azul,
mariposa amarilla,
entra un rayo de sol que se posa en su cuello,
tiembla un poco y se va
dejando imperceptibles quemaduras.

Luego llegó el incendio de los años.



Escribir es sembrar



LLEGABA por las tardes, al sol puesto,
y sin decirle nada me sentaba a su lado
porque junto a su pecho se esfumaba mi angustia
y también porque olía su ropa a sol y a lumbre,
a campo y a honradez.

Cuando el sol era ya sólo un recuerdo
volvía del trabajo con su eterno cigarro,
con sus blancas camisas jornaleras,
y mientras preparaba mi madre agua caliente
y él ponía en la radio las noticias,
yo me daba a pensar, a imaginármelo
esparciendo semilla entre los surcos
que luego el sol, el agua y la paciencia
mudarían en verde y en espigas,
en pan para las dulces meriendas de los niños.

Por eso ahora lo imito. Y por eso
ahora que soy mi padre
esparzo estas palabras
en el raro silencio de un cuaderno,
les pongo el corazón y espero que germinen:
que la escritura alcance madurez cereal
y que un día alguien pueda,
como un trozo de pan y de memoria,
hacer de estos poemas su alimento.


Búsqueda eterna



COMO se entra en los muslos que uno ama,
con turbación y miedo,
buscando salvación, placer, ternura,
consuelo, vida, muerte,

así he entrado en los libros,
abriendo, acariciando, desgarrando,
en busca de palabras sanadoras,
de signos, de senderos luminosos,

asaltándome siempre,
muy dentro del abrazo o el poema,

la misma pesadumbre,
el mismo hondo silencio.


("la mirada del lobo" y "joseantoniofs")

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