sábado, 6 de octubre de 2018

Wingston González (1986 )


Vida de parque



Por qué no dormís, Marcial, hoy que suspendieron
todas las licencias y no brotan pasiones escondidas.
Tras aquellos campos de golf que ves rechinan los
dientes de la hermosa policía tres veces de noche.

Despertar y despertar insomne a falta de oficios
tu corazón, a poco aguacero al final de la grama
unge sus piernas en la desnudez salobre de la vida
abecerrada, confuso cubo de basura, sueños coloridos
agencia publicitaria para lagartijas moribundas
entre oscuras fuentes vítreas, desiertos helados
y ropa seca avisando a gritos desde el aeropuerto
que cesó la marea para la gente sola, para la gente
que desde hoy aspira con fuerza a zumbidos de perros
a comedores para momias, funerales y oficinistas
a levantarse con algún pubis exhausto en la cara,
recortes de prensa infantil lanzada del infierno,
telarañas sobre los pechos redondos, los pechos
suaves como serifas, lechosos que muestran impunes
los héroes enfermos en los carros blancos del aire.

Por qué no dormís, Marcial: que tu sueño sea yodo
para la nieve que tiñe una noche de otra noche
más grande aún que el César, la repartición de su
muerte y cielo diurno apagado al calor del laurel
y del rocío hinchado, extenso, como si no acabase
como lengua de caballo roza desprendida del paladar:
Así siempre la vela, parca vela, respetuosa vela.

¿Por qué no te dormís, eh Marcialito? ¿Cuántos
aeroplanos de fuerza necesita la nación romana
para aguantar así tus párpados en la bruma? ¿eh?:
Retírense monstruos, retírense con este año autos
de la Avenida Central; desaparezcan y dejen a solas
el alumbrado público y a los ciudadanos recortados
por leyes agrícolas y piedras más rápidas que la
ansiedad de grabaciones viejas de televisión.
El dominio de la guardia sobre fuegos atónitos
sobre el reflejo propio en el cabello propia, sobre
la heroica distracción de un elefante. Pesan más
que la muerte trágica de adolescentes esos párpados.
Pesan más que la durísima urgencia de prodigios
que la sed eléctrica de la civilización inmóvil
ocupada adentro por desocupados trágicos, por su
hermosa y disolvente vida de parque, frío, mediodía.

Pesan más que las coronas de mujeres valientes que
llorando sobre rocas gritan que harán algo grande
para que la gloria cubra sus cadáveres desvestidos.
Eso es un mártir: Un(a) joven virgen de curiosidad
una ardiente simulación de incertidumbre, una casa
que se derrumba para ser habitada después, Marcial.

¿Ves? tras aquellos campos de golf rechinan los
dientes de la hermosa policía tres veces de noche.
Yo no quiero que retroceda el invierno sobre mí así
y por qué no dormís entonces. Si pronto los cuerpos
arderán por mi causa, se revelará la suerte de los
asteroides que brillarán sobre el ganado, el miedo
el exquisito miedo, la juventud que se desvanece
en la locura completa de la sangre coagulada:
Dejaste caer un dios al jardín vacío para apagar mis
celos lubricados por las llamas de la sumisión.
No soy imbécil, viejo amor mío. No soy imbécil.


("los poetas del 5")

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