miércoles, 31 de octubre de 2018

José Revueltas (1914/1976 )

Prólogo: "un ser con la bandera herida"





Bien. Comencemos por decir que esta novela de Carlos Eduardo Turón es ignominiosa; algo que merece afrenta, llena, cargada de un lúcido cinismo, despierta, desnuda. Si Bernard Shaw la hubiera escrito, la incluiría -a su manera- entre sus obras "desagradables". Pues esta gran novela de Turón es "desagradable", esto es, crítica. Resulta de ella todo el mexicano, si se toma en el mal y en el "buen" sentido de la palabra. Desnuda es poco decir, puesto que la envuelve un pudor extraño y una extraña y subyacente ternura. Creo firmemente que Turón inaugura en la literatura de nuestro país, los monstruos inadvertidos, ay, quizá los monstruos que tienen piel de espanto y alma de ángel. Turón está lejos de imaginarse el camino atormentado, pero además lúcido -y tantas cosas más-  que le espera en su tarea de escritor. Es de los pocos que ha de desarrollarse vivo, centímetro a centímetro, si es que existe alguna medida para entrar en uno mismo y mirarse, rodearse, no ser nada, no ver ningún límite y no obstante seguir.

No es posible hablar de su literatura sin hablar de él mismo. Transparente, un tanto ingrávido, apenas lo necesario para ver la vida con una poesía irrecomendable, esto es, para ser tomada en secreto, en absoluta clandestinidad del espíritu. Carlos Eduardo -puedo asegurarlo- no tiene pies. Camina sin sentirlo, asido a quién sabe qué columnas invisibles, siempre dándose al cielo. Es algo como un caballo en el mar, expuesto a su propia escultura, una especie de escultura para una nueva Atlántida.

 Su bárbara novela cautiva; es áspera y desnuda; por momentos nos da de bofetadas, pero segundos después nos acaricia: hay un pequeño dios que juega. Debe uno resistir a la barbarie y a la finura, situarse bajo el árbol donde algún harapiento ser nos dice cosas de amor, de desesperación, de indolencia cándida y de ferocidad enloquecida y dulce. ¿Qué podemos decir más? Un monstruo alado, un ángel desnudo, un ser con la bandera herida, que se pregunta, que se pregunta...


                                                                                                                                  2 de febrero de 1976


[preámbulo a edición prima de "sobre esta piedra", editorial oasis, méxico, 1981]

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