El último poema
En esta noche las palabras caen de mí como la ropa
que se tira al suelo al desnudarse, como si no
hubiera mañana, y es que no hay mañana.
Un día, al ascender al monte o en la autopista,
en medio de las ráfagas de aire,
detienes la escalada o paras el coche y sabes que nunca
[llegará allí.
Sigo tumbada en un sofá azulado, sorbiendo cubitos de
[hielo,
mientras mis amigas y las amigas de mis amigas,
[y mujeres
que apenas conozco caen enfermas de cáncer.
Una cada semana, cada minuto; todos hablamos de este
[tema.
Lucho contra la plaga, me cepillo los dedos con esmero,
espero no contagiarme; me pregunto cómo
despedirme dignamente y no entre lágrimas.
Hay golpes de suerte, es cierto, pero no abundan.
Mientras tanto, sigo sentada aquí a tu lado, sin futuro:
en un segundo algo se rasgará como una cuerda o una
[cremallera,
o el tiempo se deslizará cual grieta en roca de granito
y los hogares, las sillas, los amantes, se desmoronarán
[con un largo temblor.
He aquí tu mano que surge de los escombros.
La toco, todavía vives;
daría cualquier cosa para que sucediera esto,
para mantenerte viva junto a mí, pese al naufragio.
Te cojo la mano como esperando tu rescate,
y esa sola acción brilla como la suerte misma.
Porque no hay nada más que pueda hacer, ya no hago
[nada.
Hablamos de una mesa y de dos vasos,
de dos manos, de una vela, y detrás de las cortinas cerradas
un paisaje abrasado en el que árboles y edificios aún
[arden.
Cada poema que escribo es el último y eso pasa con éste.
("historias reales", bruguera, barcelona, 2010, trad. maría del pilar somacarrera íñigo)
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