Ofertorio
3
El camino hacia tu infierno está lleno de avellanas:
caminando me llevo a la boca algo de ellas.
¡Son mis pies los que dejan esta huella en el carbón!
Yo prefiero ser tu látigo, aunque no pondré mi rostro
en tu esponja de vinagre ni en tu paño de ramera.
¡He hurtado las monedas como todos los muchachos!
El sudor de mi mano tiene espumas de mar,
y mis dedos son finos como un hilo de seda.
¡Deja mortalizarme! Yo no quiero ser Midas,
no pretendo que mis dedos vuelvan oro cada cosa.
Córtame las plumas, que prefiero embriagarme:
dame un vaso y acompáñame. No pretendo ser Dédalo,
sino un ángel borracho que te beba como un hombre.
("el placard")
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