En la mañana, antes que anochezca,
me secaré el cuerpo con la toalla
que reposa donde la dejaste.
Sé, lo sé ciegamente, que ya
se desvanecieron tus huellas
en la cresta de la felpa.
Que tus pliegues tus vellos
tus labios y lenguas no están
ni estarán más en sus dobleces.
Que abrazarme a su textura
no me conducirá a nadie,
a nada; y lo deseo vivamente.
Aunque caigan cerca de mi vida
cientos de estrellas fugaces
no pediré un solo deseo
Que me remita a ti, que me lleve
a recuperarte pues es pronto
para tu regreso.
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