El croquis
En la mochila de mis siguientes vacaciones
me llevaré el Pepto Bismol sabor cereza,
el croquis para volver a casa y en éste
el lugar donde me espera el féretro:
debajo de la cama junto a mis chanclas.
Esto facilitará los malestares estomacales
que me provocan los mariscos,
los chilaquiles y el frijol negro
de playas y costas de mi país.
Y sobre todo los gastos onerosos.
Por anticipado, pediré a mis deudos
en un manuscrito sin notariar se
me dispense la autopsia, el velatorio
y las visitas de enemigos indeseados.
Sé que no descansaré en Montparnasse
ni en Paraísos del Pasado sino que
me llevarán en ancas de anfibios
al cementerio abarrotado de mi pueblo.
Desde ese lugar de reposo no escucharé
los taconeos de parcas ni el vuelo raudo
de las escobas de putas que nunca
me hicieron suyo; oiré los ventarrones
que derriban cruces en noches de miedo.
Pero después, antes del amanecer, oiré
el canto melancólico de los gallos que anuncian
otro día sin mí.
[Inédito]
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